Mujeres del siglo XXI

Dicen que este es el siglo de las mujeres. Hemos ganado en libertad, independencia económica, estudios y respeto profesional. Pero el precio a pagar es alto: nos quejamos de falta de tiempo y estrés, y la presión social por ser perfectas nos angustia.

Mujeres diferentes con inquietudes comunes y una opinión unánime: estamos mejor que nunca a pesar

Mujeres diferentes con inquietudes comunes y una opinión unánime: estamos mejor que nunca a pesar de todo. De izda a drcha, Alejandra Alloza, Montse Ribé, María José Bertrán, Vicky Martín Berrocal (con cazadora y pantalones MASSIMO DUTTI y zapatos PURA LÓPEZ), Beatriz García Valdecasas y Natalia Puigros.

La mujer del siglo XXI tiene ante sí más posibilidades que nunca. No hace tanto tiempo –y parece una eternidad– pasaba de depender del padre al marido, eran muy pocas las que accedían a carreras universitarias y la inmensa mayoría dejaba de trabajar en cuanto se casaba. Nuestras madres más mayores necesitaban el permiso del marido para abrir una cuenta corriente, salir al extranjero o sacarse el carnet de conducir. Todo eso ya es historia. Ahora, tenemos estudios y decidimos solitas cuál será nuestra profesión, si viviremos o no en pareja, si tendremos hijos y hasta nos divertimos más… Llevamos años ganándonos a pulso que se nos respete como personas y se nos valore como profesionales. El feminismo quizá no esté de moda, pero ha sido una muy eficaz e imprescindible herramienta de avance. Ahora bien, una vez conseguidos esos derechos que ya nadie discute, ¿qué tal nos va en la vida cotidiana? El discurso años sesenta acerca de la realización de la mujer, ¿es cierto o es una milonga? Hemos querido conocer de primera mano qué piensan las mujeres de hoy sobre este asunto: jóvenes empresarias, mileuristas, estudiantes, ejecutivas...

Cambio positivo

Para Sara Moreno, profesora adjunta de la Universidad Autónoma de Barcelona y especialista en sociología de género y vida cotidiana, en las dos últimas generaciones –hablamos de los años cincuenta y los setenta– «ha habido un cambio positivo.

Vivimos mejor pero todavía no podemos hablar de igualdad real hombre-mujer. Hemos puesto todos nuestros esfuerzos en lograrla en el ámbito público, pero nos hemos olvidado de la esfera privada. Elegimos lo que queremos, somos mejores estudiantes, entramos en el mercado de trabajo, pero cuando vamos a vivir en pareja empiezan los problemas».

«Con la convivencia –comenta– el hombre, de repente, se olvida de la igualdad y repite los comportamientos que ha visto en su familia: el padre trabaja y la madre se ocupa de la casa y los hijos. Al principio, cuando la carga doméstica no es muy grande, aún pasa, pero en cuanto llegan los hijos, se destapa el conflicto.»

Vicky Martín Berrocal, 34 años, separada y madre de una niña, corrobora las palabras de la socióloga: «Es que parece que por el hecho de ser mujer, ya te tienes que ocupar de la casa, de los niños y de los mayores… En cuanto sabes que estás embarazada, ya te empiezas a sacrificar: dejo de fumar, de beber una copita, de salir... El padre de mi hija –el torero Manuel Díaz– es un excelente padre, y se preocupa si la niña está enferma, pero la que se pasa la noche sin dormir, la lleva al médico y se ocupa de todo soy yo. Mi prioridad es mi hija y su educación, y para eso necesitas tiempo. El sentimiento de culpabilidad que arrastramos las mujeres no lo arrastra ningún hombre. Vamos, todavía no he oído a ninguno decir: “Me siento culpable porque trabajo doce horas al día y llego a casa cuando mi hija duerme”.»

Montse Ribé vive en pareja con David Martí, con el cual también comparte días y horas de trabajo en el taller DDT de efectos especiales. Ambos ganaron el Oscar al mejor maquillaje por El laberinto del fauno. «David y yo lo compartimos todo, incluso las tareas domésticas.

Mientras él cocina, yo hago otras cosas. Ninguno de los chicos que conozco, amigos y familiares, es machista: en eso hemos avanzado mucho. Pero, generalizando, sí que parece que las mujeres tenemos asumido que los temas de familia son cosa nuestra. No sé qué pasará en mi caso el día que decida tener hijos.»

Y tú, ¿a qué renuncias?

Acceder al mercado laboral en igualdad de condiciones es todavía difícil. Si, inicialmente, todos tenemos los mismos derechos y obligaciones, lo cierto es que no siempre ocurre así. Y ser joven y mujer es un factor doble de discriminación.

María José Bertrán, 23 años, es licenciada en Publicidad y RRPP, y ha hecho un máster en Industria Musical. Trabaja en el departamento de promoción de una multinacional discográfica y su sueldo no llega a los mil euros al mes. Se lamenta de que «las mujeres cobran menos que los hombres por el mismo trabajo y muy pocas acceden a puestos de responsabilidad ». Vicky se indigna: «Es que tenemos que ser buenas en todo; buena madre, buena esposa, buena profesional... Es un sobreesfuerzo que agota.»

Natalia Puiggros, directora de la agencia de RRPP Comunications by Le Mod, interviene: «Las empresas están pensadas en clave masculina y somos nosotras las que nos tenemos que adaptar para conciliarlo con nuestra vida privada.» La periodista Alejandra Alloza, que nació en Barcelona pero por cuestiones laborales tuvo que irse a vivir a Madrid, también es de la misma opinión: «Yo no tengo hijos, pero tengo padres. No es fácil organizar tu trabajo cuando tienes que estar viajando a menudo para ver a tu familia.»

Beatriz García-Valdecasas está opositando para fiscal: «Si apruebo, sé que tendré un sueldo digno y podré, en el futuro, conciliar vida laboral y familia. Y como funcionaria podré hacer media jornada si quiero.» De momento, «vivo encerrada estudiando, y el día libre que tengo a la semana lo aprovecho para ver a mis amigos o dormir. Mis padres me dan una asignación semanal, pero a veces me da palo eso de tener 25 años y pedirles dinero, así que procuro gastar lo mínimo».

Autoexigencia y estrés

Nuestras madres no tuvieron tanto donde elegir, pero las estadísticas dicen que ahora tomamos más ansiolíticos y antidepresivos que ellas. ¿Nos perdemos en el intento de ser perfectas? Según nuestra socióloga, «el nivel de responsabilidad que se exige a la mujer es muy superior al que se exige al hombre. Ver el currículo de una consejera-delegada de una empresa impresiona mucho más que el de un hombre en el mismo cargo». Y luego están los hijos: «El buen padre basta que dedique el sábado a los niños y los lleve al parque; la buena madre tiene que estar pendiente de ellos las 24 horas y, si no puede, preocuparse de que alguien se ocupe de ellos.» Y después están los padres.

«Somos la generación sándwich, mujeres con hijos y padres mayores. Para llegar a todo nos olvidamos de nosotras.» Vicky comenta que «a mi abuela jamás la vi estresada, eso es verdad, y mira que tenía problemas. En su día a día, llevaba una vida muy normal: su compra, su marido, sus hijos… En cambio, nosotras trabajamos en casa y fuera. Nos dejamos la salud. Yo tuve una crisis de angustia en un avión y me tuvieron que dar un tranquilizante. El ritmo que llevamos es de auténtica locura, porque sales de casa y estás pensando en lo que has dejado organizado, y que tu hija está en el colegio y que no te vayan a llamar porque haya pasado algo… Ellos se pueden ir a tomar una cerveza con los compañeros de trabajo, nosotras, no».

Natalia piensa que «el nivel de autoexigencia en la mujer es tan alto que nos agobiamos». Ella solo contrata a mujeres en su empresa «porque tenemos una gran capacidad de trabajo, no sé si por nuestra carga de responsabilidad histórica».

Alejandra lo tiene claro: «Cada una tiene que buscar su propia fórmula para encontrar el equilibrio, porque el patrón estándar nos está haciendo papilla. El éxito está sobrevalorado, y no alcanzarlo nos angustia.» La socióloga Sara Moreno explica que la mujer acostumbra a relativizar la falta de éxito profesional: «Al final, suele desviar sus intereses hacia otros ámbitos, sobre todo, el de la maternidad. Muchas veces, ser madre tapa la frustración y sirve de cojín para paliar esa falta de éxito en nuestras aspiraciones laborales.»

Poca paciencia con la pareja

Que la mujer lleva años tomando las riendas es algo fuera de toda duda. Pero, ¿y ellos? ¿Seguimos dependiendo de los hombres? El porcentaje de separaciones y divorcios aumenta año tras año, aunque todavía estamos lejos de las cifras que se dan en el centro y en el norte de Europa. Sea como sea, la mujer actual ya no soporta según qué cosas a su pareja. «No aguantamos nada –reconoce Natalia–.

Ellos están, en el fondo, educados de otra forma y creo que no han evolucionado como lo ha hecho la mujer. Y a nosotras, la verdad, nos falta un poco de paciencia.» Vicky, por su parte, considera que «ahora la mujer, si un hombre no cumple con las expectativas que ha puesto en él, se va de casa y rehace su vida. Antes, estabas so- metida toda tu vida y aguantabas por los hijos, porque no sabías adonde ir, porque no tenías una profesión…»

Alejandra cree que «económicamente, ya no dependemos de los hombres, pero nuestra necesidad de su aprobación es tan grande, estamos tan acostumbradas a decir “yo puedo con todo”, que a veces nos volvemos un poco victimistas. Si tenemos una actividad intelectual intensa y, encima, queremos estar bien con la pareja y disfrutar un poco, habrá que olvidarse de tener un cuerpo 10 por obligación».

Hablemos de sexo

En este apartado, todas coinciden en que hemos ganado libertad, somos más exigentes y nos divertimos más: «Ahora la mujer puede tener muchas relaciones y nadie la mira mal», dice Natalia. Vicky Martín Berrocal matiza: «A mí me da mucha pena que las niñas se inicien tan pronto en el sexo. Si con catorce o dieciséis años ya lo has probado todo, ¿qué dejas para después? Yo a los catorce años aún jugaba con la Barbie. Creo que en ese tema deberíamos ir un poco más despacio. Tú puedes tener libertad sexual, pero hay edades y tiempo para todo.»

¿Tiempo? ¿Qué es eso? Nuestro ritmo de vida nos obliga a establecer prioridades. Lo triste es que, según parece, renunciamos a nosotras mismas, a escucharnos, a ocuparnos de nuestro cuerpo y nuestra mente como nos merecemos. Ser mujer hoy significa no tener tiempo libre. Dijo Rosa Regàs, tras ganar el Premio Planeta, que con el dinero pensaba «comprar tiempo». Vicky haría lo mismo: «Llevo ocho meses apuntada al gimnasio y no puedo ir. No tenemos tiempo ni de mirarnos al espejo.» Natalia sueña con «ganar horas para dedicarme a la pintura o a escribir, mis dos grandes pasiones».

Hemos pedido a nuestras amigas que se alineen con un SÍ o con un NO a la pregunta que ha servido de hilo a este reportaje: ¿Vivimos mejor las mujeres ahora que antes? Todas han dicho que sí, menos una: la socióloga Sara Moreno. Si ella, como experta en la materia, opina eso, ¿va a querer decir que aún tenemos mucho por reflexionar?

Síguele la pista

  • Lo último