Entrevista a Patricia Urquiola

Es una de las diseñadoras más famosas del mundo. Con las ideas claras y gusto exquisito, saca su talento al jardín.

Entrevista a Patricia Urquiola
Entrevista a Patricia Urquiola

Me recuerda al primer café de la mañana, ese cargado que te estimula y despierta los sentidos con el primer sorbo. Patricia aparece llena de energía, es todo personalidad. Un vendaval de ideas claras y mirada aguda: «Hacen falta más ranas aquí», «Imaginaba el césped de cartón de otra manera», «Esto es precioso, que se vea más»… Mientras habla va haciendo lo que dice: en dos segundos la decoración de BB Italia, su primer trabajo como interiorista en España, está a su gusto.

¿Cómo describirías tu casa?

Es muy normal. La misma que tenía hace doce años, antes de tanto éxito y tanta historia. Vamos haciendo reformas para ganar espacio y que las niñas tengan su cuarto. Dentro de unos años haremos una casa-estudio, que es lo que yo sueño. Ahora es un proyecto.

¿Hay muchas piezas tuyas?

Sobre todo tengo prototipos. Y se rompen, porque no es un producto acabado.

Creo que un amigo tuyo aterrizó en el suelo…

Yo le dije: «No te quejes, es que tu peso excede al pensado para el prototipo.»

¿Tienes tu propio rincón?

No lo necesito. Tengo la suerte de tener un trabajo que me apasiona y me divierte y, cuando llego a casa, me hace falta poco. Además, me divorcié hace años y perdí mucho equipaje. Ahora vivo y trabajo con Alberto, mi pareja, y mis dos hijas.

¿Qué tal lleváis lo de trabajar juntos?

Como podemos. Dentro del horror es mejor que llegar a casa y encontrarte con un marido con problemas muy diferentes. Yo quería vivir esta experiencia. Aún no me atrevo a cantar victoria. Estamos aprendiendo, pero cuesta lo suyo, ¿eh?

¿Sabes desconectar?

Tener un hijo ayuda a desconectar inmediatamente, esa es la receta que encontré yo. Estaba en un estudio que funcionaba a tope y me quedé embarazada: mi primera lección de desconexión. Cuando nació la niña, estuve 5 meses en casa y ¡divinamente! Hasta Alberto, que es bastante más sereno que yo, me dice: «He de reconocer, Patri, que desconectas bien.» En casa procuro relajarme y centrarme en mis hijas, lo que no quita que después, cuando están dormidas, a veces mire algo en internet con Alberto o hablemos un ratito de trabajo después de cenar.

¿Te ha cambiado el éxito con mayúsculas?

Soy la de en medio de tres hermanos y esa es una posición muy buena, porque te quita mucho protagonismo. Es algo que se aprende de pequeña y en familia. Sigo sintiéndome así. Trabajaba en un estudio de 30 personas con Piero Lisone antes de abrir el mío. Allí mangoneaba, me divertía… Ahora en mi estudio también hay un lío de gente y yo sigo en medio, aunque con un rol diferente. Yo diría que el éxito afirma la personalidad y te gratifica profesionalmente cuando te ofrecen un trabajo y te dejan libertad de acción. Pero lo más importante es la credibilidad de tu trabajo.

Cuando alguien entra en tu estudio para trabajar para ti... ¿qué consejos le das?

Al principio, lo observo de manera disimulada. Me hago la despistada. Me gusta ver cómo se maneja entre los demás. Porque mi estudio no soy solo yo, es una comunidad de personas y me gusta que la gente tenga capacidad para adaptarse. Si no tiene esa cualidad, miro en qué destaca y si merece la pena aguantarlo...

Me decías que el diseño tiene cualidades muy femeninas.

En mi estudio somos solo cinco personas que hacemos muchísimo con poco. Es un trabajo lleno de cualidades femeninas, como la capacidad de adaptación, la flexibilidad y el saber sacar partido a las cosas. Está en la personalidad de cada uno, sea hombre o mujer; es que a mí este tema de los sexos me aburre mucho.

Tienes fama de ser muy exigente. ¿Lo eres?

¡Qué palabra tan antipática! Yo no me describiría así, porque siempre intento establecer relaciones amistosas. Yo diría que soy más divertida que exigente pero... ¡No quiero escuchar esas verdades!

Tengo entendido que te gusta ir de mercadillos.

Ahora ya no tanto. Suelo ir al de Las Dalias, en Ibiza, para tomarte un té a las 9 de la mañana, porque a las 11 ya hay que irse. Mis hijas protestan porque las llevo tan pronto. Yo voy a mi aire. Me gusta entrar en Zara o HM y curiosear sin que nadie te controle. ¡Es fantástico! Es un gesto de libertad, un pequeño desorden. El exceso de cantidad tiene su gracia, no solo su límite.

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