¿Pensando en comprarte un bolso? No busques más, es este.
El Balloon de Loewe nació antes del confinamiento pero es todo lo que le pedimos estos días a un bolso: bonito, práctico, diferente… Y un ejemplo del saber hacer de la artesanía patria.
Puede parecer contradictorio que la moda hable a la vez de modernidad y tradición. Que utilice avatares virtuales para mostrar sus creaciones mientras ensalza el hecho a mano de toda la vida. O que se vuelque con las posibilidades del e-commerce a la par que ensalza el valor de lo tangible. Pero tiene su sentido.«Una firma moderna debe ser inclusiva, cultural y audaz», dice el diseñador Jonathan Anderson, artífice de la reinvención de Loewe. Para el diseñador irlandés la artesanía es el medio para conseguir la modernidad, y las colecciones que ha orquestado desde que entró como director creativa en la firma española son su mejor alegato: de los vestidos de guipure y chantilly y las elaboradas incrustaciones de macramé a los bordados de perlas, los bailes de flecos y la magistral mezcla de tejidos que consigue casar con armonía lino y cuero, algodón y satén japonés.
Pero si hay una pieza donde su filosofía alcance la máxima expresión son los bolsos. Primero fue el puzzle, una obra de ingeniería que bebe de la papiroflexia y es posible gracias al expertise de unos artesanos que corroboran que la experiencia es un grado: algunos de los miembros del elenco llevan medio siglo trabajando las piezas de la enseña. Luego el Hammock, que estaba a medio camino entre el accesorio y la escultura. El Anton, para hombre, con el que reinventó la mochila. El Gate, otro modelo que conquistó las calles, omnipresente en el street style, gracias a esa mezcla de funcionalidad y diseño. Y ahora el Balloon, el último lanzamiento de la firma.
Presentado en el desfile de primavera-verano de Loewe, se sube al exitoso carro del bolso saco, pero dándole el particular giro que caracteriza a la firma desde la llegada de Anderson: confeccionado con dos pieles –que, aunque se dice pronto, supone todo un hito a nivel manufactura que se desarrolla íntegramente en los talleres de la firma en Aravaca–, la base circular es rígida y el cuerpo, de una napa suave y flexible como la mantequilla. Los colores –gris pardo, caqui vintage, blanco suave, avellana, negro– están en el espectro de lo clásico. El asa –que viene en dos modalidades, corta y bandolera– es un guiño al pragmatismo. Y los tres tamaños –grande, mediano y pequeño–, declinan el entusiasmo global por la artesanía con el afán de individualidad al pensar en distintos caracteres: del pragmatismo de lo espacioso a lo efectista de lo mini. Como dice Anderson, la obra de una firma “inclusiva, cultural y audaz”.
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