Sarah Vaughan: por qué su novela es el 'thriller del #MeToo' y próximo 'best seller' del año

‘Anatomía de un escándalo’, la nueva obra de Sarah Vaughan, explora los abusos de poder y la condición femenina en clave de thriller realista. Tan realista, que se confunde con la actualidad. ¿Cuál de las dos da más miedo? Hablamos con su autora

La autora Sarah Vaughan

La escritora británica Sarah Vaughan.

/ Philip Mynott

La nueva novela de Sara Vaughan, 'Anatomía de un escándalo', parece predestinada a asomarse a la lista de los libros más vendidos del año. Entre sus ingredientes, una lectura de rapidez televisiva y un tema candente (el del abuso sexual por parte de personajes poderosos) que ella asegura que escribió antes de que estallaran los casos Weinstein o el de Westminster, y que ha hecho que apoden su trabajo como el 'thriller de #MeToo' (otros la han equiparado con la serie 'House of cards'). También hay suspense y un escenario que nos regala un sabroso (¿y fiel?) retrato de la élite universitaria de Oxford, donde ella estudió.

Charlamos con esta británica cálida y habladora que tiene respuesta para todo.

En una nota al final del libro insinúas que uno de los personajes, Holly, esa "alumna de provincias poco sofisticada”, se parece a ti.

Como ella, estudié en Oxford. De repente me vi rodeada de chicas pijas, de clase alta, un tipo de persona con la que antes no había tratado. La primera compañera que me saludó era baronesa y sus padres habían estudiado en Eton, ¡hasta entonces no había conocido a alguien que hubiera ido a Eton! En resumen, me sentía fuera de lugar. Eso sí, no pasé por una experiencia traumática como la de Holly.

En la novela hay una denuncia por violación. Los finales justos en estos casos, ¿son más ficción que realidad?

El número de acusaciones de violación en Reino Unido es bastante reducido. Hay casos como el del libro, en el que el acusado es un hombre con carisma y poder, y esto facilita que se vaya de rositas. Si no hay pruebas forenses o el acto se ha producido dentro de una relación sentimental, es la palabra de uno contra la del otro y lo importante es quien logra más credibilidad ante el jurado. Si él es persuasivo, encantador... lleva las de ganar.

Y en la literatura…

Los 'thriller' permiten experimentar de forma intensa miedos e inquietudes con la seguridad de estar solamente leyéndolos, no viviéndolos. La realidad no nos proporciona un ambiente así de seguro.

Con el caso Weinstein y los distintos abusos sexuales que estamos conociendo a raíz de movimientos como #MeToo, el argumento de la novela es pura actualidad. ¿Fue premonitoria o la escribiste cuando salieron a la luz esos casos?

Terminé de escribir la novela en noviembre de 2016 y pasó un año hasta que estalló lo de Harvey Weinstein. Me inspiró el caso de un futbolista galés, Ched Evans, que en 2013 había sido condenado por violación y había recurrido la sentencia (y que en 2016 fue absuelto). Cuando salieron a la luz tantas denuncias en Hollywood y en otros sectores, dije: "Menuda casualidad, igual puedo adivinar la lotería". (Ríe)

¿Qué es lo que te removió del caso de Ched Evans?

El modo en el que se describía a la víctima en los medios de comunicación porque, al parecer, estaba borracha. Como mujer y como madre (tengo una hija de 13 años) quería reflejar ese malestar en la novela. No quiero que mi hija crezca en una cultura así.

Has sido periodista y ahora estás en el mundo de la literatura, ¿has sufrido alguna experiencia #MeToo?

Nada fuera de lo común: por ejemplo, un hombre que te pasa la mano por la cintura sin que tú lo quieras, un exhibicionista que te incomoda en el metro... Cuando tenía 15 años me acuerdo de andar por la calle y un coche conducir muy despacio a mi lado, me asustó. Y cuando empecé a trabajar como periodista hubo comentarios que me dejaron descolocada. Eran cosas que se tomaban como normales. Lo triste es que, como mujeres, hemos intentado siempre ser buenas y amables, no armar alboroto. El #MeToo es, por una vez, la forma de dar un golpe sobre la mesa.

Según James, el protagonista masculino de la novela, "el problema de las mujeres es que no saben lo que quieren" y "carecen del valor de sus convicciones”. ¿Crees que hay algo de verdad en esto?

Cuando escribí esa escena estaba convencida de que Hillary Clinton iba a ser presidenta de los EE UU y que la gente podría leerla con ironía, pero al final… Como mujer, he vivido este tipo de duda, el no creer que soy lo suficientemente buena en algo. A veces he llegado a pensar que esta inseguridad es más femenina, que en los hombres no es tan frecuente. Me acuerdo que en Oxford un amigo siempre me decía: "Voy a sacar sobresaliente, mejor nota que tú". ¡Y lo daba por hecho! No se cumplió su profecía, pero yo no me veía capaz de superar sus calificaciones y él estaba tan convencido...

Hablando de Oxford. Algunos de los personajes del libro son estudiantes petulantes, vanidosos. ¿Cómo es en realidad el ambiente allí?

Estudié en el mismo ‘college’ en el que estudió el antiguo primer ministro, David Cameron. Era uno de los más sofisticados de Oxford. Creo que ahora la Universidad en Reino Unido está intentando abrirse a la diversidad pero la mía en concreto… era muy exclusiva. En mi país son muy pocos los estudiantes que van a este tipo de escuelas. Sus alumnos siguen siendo la élite intelectual y, también, social.

También son los centros de donde salen muchos de los políticos y futuros dirigentes del país. Si se educan como élite, ¿no es difícil que puedan empatizar con las necesidades del ciudadano de a pie?

Creo que es aproximadamente un 50% de los miembros del Gobierno los que han pasado por Oxford o Cambridge. Pero, sí, es un problema real. Eso afectó incluso al resultado del referéndum del Breixit: muchos de los que votaron por la separación escuchaban programas de radio que acusaban a la clase política de no tener ni idea de cómo era el mundo real porque sus miembros nunca habían estado en paro ni habían sufrido estrecheces. La gente sentía que no tenía nada que ver con esos millonarios elitistas que formaban parte del Gobierno. No todos los políticos son así, pero pocos saben lo que cuesta un litro de leche. Por otra parte, uno quiere a los dirigentes mejor preparados, a la gente más brillante. No es raro que los que han llegado al Gobierno hayan sido miembros del Sindicato de Oxford, que es un campo de entrenamiento para políticos; sin embargo, muy poca gente de origen asiático o negro logra un escaño. Y solo un tercio son mujeres. Hay un problema de equilibrio. Nuestro Gobierno no nos representa.

Última pregunta, ¿cómo se digiere el éxito a los 40?

Es un regalo. Dejé el periodismo (era corresponsal de The Guardian) porque mi segundo embarazo me provocó un problema de caderas y no podía estar de aquí para allá. Entonces intenté trabajar como 'freelance' desde casa, pero no se me da muy bien venderme y no funcionó. Nos habíamos mudado al campo. Entonces sentí que mi autoestima disminuía: había tenido un trabajo estupendo y ahora mi ocupación era la casa y los niños, con un marido que trabaja todo el día en el hospital y sin amigos en el nuevo domicilio. Mi marido me animó a escribir. Después de pensar que mi mundo laboral se había terminado tras 'The Guardian', esto significa muchísimo: ver el libro en las librerías, viajar de promoción a Madrid o Barcelona... Me da energía. Y seguridad. Y es maravilloso. Y me encanta haber podido mostrar a mis hijos que uno puede levantarse y superar situaciones, y que con 40 años puedes tener una nueva carrera profesional. En este mundo profesional actual, hay que adaptarse cada cierto tiempo y especialmente las mujeres con hijos nos tenemos que reinventar.

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