La periodista y activista mexicana Lydia Cacho: "Hay una reacción de los hombres machistas para destruir a las mujeres que se rebelan"

Como en un cante de ida y vuelta, las conexiones del feminismo español y el Latinoamericano enriquecen al feminismo. Hablamos con la maestra del periodismo de investigación mexicana Lydia Cacho sobre los retos a afrontar.

La periodista y activista Lydia Cacho

Lydia Cacho. 

/ D. R.

Conocí a Lydia Cacho en 2006, en el refugio CIAM Cancún A.C en México que la periodista y activista había creado para mujeres que habían sido víctimas de la violencia machista. Para ellas, y sus hijos e hijas. Más de 10.000 mujeres, niñas y niños recibieron asistencia allí. Se trataba de un lugar en paz, donde no solo se alojaba a las mujeres con sus familias, sino que se las ayudaba a empoderarse, a sanarse y a aprender que cuidarse una misma y amarse es la mejor manera de salir del círculo de la violencia de género.

Impresionaba aquel oasis de paz y fuerza donde había desde mujeres que habían estado con narcos, a otras que habían sido parejas de jueces o vendedores del mercado. El CIAM evidenciaba la transversalidad absoluta de la violencia machista, pero tuvo que cerrar por falta de apoyos. Lydia Cacho había sido, ya entonces, perseguida a tiros por maridos furiosos. Más tarde, cuando había destapado una red de tráfico sexual de niños y pornografía infantil en México gracias a su trabajo como periodista de investigación y que contaba en el libro 'Los demonios del Edén', Cacho misma fue secuestrada por un par de policías y llevada al penal de Puebla, donde debían asesinarla. La salvó la sororidad misma de algunas de las carceleras, que la avisaron y protegieron. Eso y una red de solidaridad internacional que pidió su inmediata puesta en libertad.

Desde entonces, la vida de Lydia Cacho siempre ha estado en peligro, pero ella jamás ha dudado de su compromiso con lo importante: los derechos de las mujeres, las niñas y los niños. "No me arrepiento de nada. Tengo poder y sé utilizarlo para crear cultura de paz igualitaria", afirma.

Hablamos con Lydia Cacho de los feminicidios en México —y en todo el mundo, como ella apunta—, de los retos del feminismo y de la estrecha y enriquecedora relación del movimiento a ambos lados del charco.

¿Cuándo decidiste ser periodista y por qué?

Desde que tenia dieciséis años supe que quería dedicarme a escribir. En un curso de literatura y poesía, un profesor me dijo que sería muy mala poeta y una buena cronista porque estaba demasiado preocupada por narrar la realidad, más allá de solo sentirla. A los 24 años me dieron mi primer trabajo de reportera y desde esa primera publicación supe que era una profesión que llenaría mi vida.

¿Y desde cuándo eres feminista y por qué?

He contado muchas veces esta historia. Mi madre era una psicóloga feminista, nació en Francia y se casó con mi padre que es mexicano. Crecí en la ciudad de México y allí mi madre me llevaba junto con mis hermanas y hermanos a trabajar con ella en las comunidades. Desde niña preguntaba por qué la sociedad marcaba tantas diferencias entre hombres y mujeres. Mi madre me fue explicando, según mi edad, que las etiquetas están hechas para dominar a las personas, para meterlas en cajitas ideológicas. A los catorce años, en el Colegio Madrid en donde estudié, me declaré feminista frente a un grupo de chicos que organizaban un concurso de belleza entre las chicas de la escuela. Sobra decir que fue mi primer 'bullying' machista colectivo.

Fundaste un refugio de alta seguridad para mujeres en México (CIAM Cancún A.C.), que ayudó a más de 10.000 mujeres y sus hijos e hijas, pero tuvisteis que cerrar por falta de ayudas. Tu labor de periodismo de investigación logró la primera sentencia por tráfico sexual de niños y pornografía infantil en México y en Latinoamérica. ¿Qué precio has pagado por todo ese trabajo de denuncia?

El precio por defender los derechos humanos se paga caro en sociedades poco democráticas y en las transiciones con gobiernos conservadores. Pero el precio de defender los derechos de las nacidas mujeres es doblemente peligroso: se ha normalizado un castigo contra las feministas, que se relaciona con una guerra machista por parte de quienes no quieren que las mujeres evidenciemos la cultura del neoliberalismo machista que conjuga todas las formas de violencia, corrupción e impunidad en aras de mejorar la economía. Yo siempre he sido consciente del peligro que corre mi vida por hacer lo que hago, en esa conciencia he desarrollado un modelo de liderazgo feminista que me ha protegido mucho. Debo decir que si no fuese por mi familia amorosa, por las redes de defensoras y defensores de derechos humanos que me han protegido a lo largo de los años, tal vez estaría muerta como muchas compañeras mías.

¿Cuál es tu compromiso en la lucha por los derechos de las mujeres, las niñas y los niños?

Yo tengo un compromiso ético relacionado con los privilegios que tuve al ser una niña con acceso a la educación, los cuidados afectivos, una formación liberal y el derecho a convertirme en quien quería ser. Eso implica mayor responsabilidad para con las millones de niñas y mujeres que no han tenido eso, razón por la cuál viven sometidas a la ideología machista sin encontrar salidas lógicas y de largo plazo. No me arrepiento de nada. Tengo poder y sé utilizarlo para crear cultura de paz igualitaria.

Lydia Cacho, en uno de sus proyectos.

Lydia Cacho es la autora de 'Memorias de una infamia'.

/ D.R.

México es el país del mundo más peligroso para los periodistas, en 2019 fueron asesinados allí diez. ¿Cuál es la situación para las mujeres periodistas allá?

Las mujeres periodistas en México están en mayor riesgo que los hombres, son igualmente asesinadas, somos perseguidas y algunas hemos sido torturadas y encarceladas. Hay un componente de crueldad misógina —al igual que contra las defensoras de derechos humanos—, al castigarnos por revelar la verdad. Las violencias sí diferencian género en un mundo de etiquetas y abuso de poder. CIMAC, la red de periodistas, ha documentado las agresiones a mujeres periodistas, los daños son incuantificables.

Y en tu caso, has tenido que marcharte de tu país por las amenazas, ¿qué haces ahora?

Ahora estoy trabajando en una serie documental con chicos y chicas llamada 'Somos Valientes', ya se puede ver gratuitamente en nuestro sitio de educación feminista para la paz Somosvalientes.mx. Estoy terminando un libro y preparando una película.

Los feminicidios han aumentado en México en un 137% en los últimos cinco años, con casos absolutamente brutales como el asesinato de Fátima, una niña de siete años que sufrió abusos sexuales y fue asesinada a golpes. O el de Ingrid Escamilla, una joven de 25 años que fue desmembrada. ¿Qué está pasando?

Justamente ayer descubrieron el cuerpo de un niña de Tlaxcala, la provincia mexicana que denuncié en mi libro 'Esclavas del Poder', hay un poblado exclusivamente dedicado a criar hombres para que se conviertan en tratantes de niñas y mujeres, les llaman 'padrotes'. Los gobiernos no los habían tocado. Este crimen forzó al Gobierno a aceptar que en estas redes que hemos denunciado sí hay tráfico de órganos y explotación sexual infantil y juvenil. El hecho de que el gobierno de López Obrador lo acepte no significa que le preocupe. Hace apenas unas semanas el nuevo presidente mexicano dijo que las mujeres hacíamos la marcha del 8 del marzo y la huelga del 9 "para sabotear a su gobierno". Es un hombre profundamente conservador que jamás se ha querido educar políticamente sobre el machismo estructural que él mismo reproduce a diario. Debo decir que el feminicidio aumenta en todo el mundo, aumentan las denuncias y sus visibilidad (hace cien años mataban a miles de mujeres y no solamente era normal, sino legalmente justificado en varios países). Creo que hay una reacción de los hombres machistas para destruir a las mujeres que se rebelan contra su necesidad de dominación, es decir, contra su modelo de masculinidad opresiva y violenta, que incluye la sexualidad como territorio de conquista y no como espacio de igualdad erótica de acuerdo mutuo, por ello muchos que antes no se hubieran atrevido a llegar a matar a una mujer que les enfrentaba, lo han hecho. Porque sienten que el mundo tal y como lo conciben —desde la desigualdad— se desmorona y culpan a las mujeres por haber hecho acciones civilizadoras a las que ellos se oponen.

¿Qué conexiones hay, qué redes, entre el feminismo español y el latinoamericano?

Los movimientos de mujeres latinoamericanas y españolas tienen una larga historia de sororidad, unidas por el idioma y por la búsqueda de conocimiento para la transformación del mundo. Dentro de él hay muchas corrientes feministas que se entrelazan y otras que no desean hacerlo. Me parece que es normal, tenemos que entender que hay diversidad ideológica entre las más conservadoras y las que creemos en la eliminación de las etiquetas culturales que tanto daño han hecho al hiperfeminizarlo todo para constreñir las libertades. Yo celebro que haya un diálogo tan vivo y poderoso, que intercambiemos saberes y poderes.

¿Qué podemos aprender unas de otras?

Creo, aunque sé que muchas de mis amigas españolas no están de acuerdo, que en general las feministas latinoamericanas tenemos mayor respeto intergeneracional, que vemos a las jóvenes como la esperanza y entendemos sus demandas que son diferentes y suyas. Creo que quienes reproducen el modelo patriarcal de ejercicio de poder que decide quién sí es feminista y quién no lo es, se equivocan, el feminismo es una filosofía que cada mujer asume de acuerdo a sus condiciones socioeconómicas, culturales, emocionales y su acceso al poder, de allí que sea un movimiento evolutivo, transformador, en el que cada mujer y niña es una semilla de cambio.

Este año parece haber marejada dentro del movimiento feminista. Hay reclamaciones dentro del movimiento. ¿Qué análisis haces de lo que está pasando?

Estamos en una transición de la civilización fascinante, esa que ha desatado el feminismo que hace doscientos años empezó a cuestionarlo todo. En ella, miles de personas se cuestionan, en pleno derecho, las etiquetas que les han impuesto y a la vez se identifican con el movimiento feminista que fue el que les abrió los ojos a las desigualdades. Dentro de estas discusiones hay mucha rabia, creo que las mujeres siempre se sentirán más tranquilas enojándose con otras mujeres, porque al final saben que en una crisis de violencia estaremos juntas de nuevo. En cambio desatar la rabia contra los hombres que promueven el machismo desde el poder les puede significar la muerte. Entre el desprecio y la muerte, las feministas siempre preferiremos un poco de desprecio de las que no piensan como nosotras. El hecho de que tengamos a tantas filósofas y antropólogas sociales desarrollando mayor profundidad en la teoría de género, nos permite entender mejor los mecanismos de la feminización de la pobreza y la masculinización de la riqueza —por poner un ejemplo—. Los marcos teóricos son necesarios para replantearnos el mundo. La escucha en la diversidad es indispensable.

¿Cómo ves el momento actual que vive el feminismo?

Me parece que es un buen momento para que los movimientos de mujeres rescaten las voces de las niñas y las jóvenes, que las dejemos pasar a las primeras filas pero siempre cubriendo sus espaldas para protegerlas. Las chicas tienen muchos reclamos válidos y muchos miedos, si no las acompañamos a desarrollar su propio discurso interiorizado en sus vivencias personales, no avanzaremos como podríamos. Estamos en la era de las niñas feministas, la hemos sembrado durante décadas y ha llegado el momento; estamos listas y ellas nos necesitan.

Que siempre podemos aprender unas de otras, lo hacemos a diario, la empatía y la conspiración (del latín, respirar juntas), son muy poderosas entre los grupos de mujeres. El eslogan "nos tocan a una y nos tocan a todas" cantado en la marcha contra La Manada, contra el feminicidio en Ciudad Juárez, contra la ablación genital en África, nos recuerda que siempre somos más poderosas juntas. Que el patriarcado nos quiere divididas y nuestra tarea es trabajar comprendiendo las diferencias y enfocándonos en las coincidencias irrefutables: nos están matando y debemos evitarlo a toda costa.

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