La vida de Audrey Hepburn, contada por su hijo

Audrey Hepburn
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Que Audrey Hepburn es un icono inmortal es un hecho indiscutible. Forma parte de esas estrellas que brillará siempre desde el cielo, sin importar cuantos años pasen, su legado seguirá siempre vivo.

Sin embargo, aunque son miles los fans que han repasado fotograma a fotograma su participación en títulos como "Desayuno con diamantes", hay aspectos de su vida desconocidos... Hasta ahora. Su hijo, Luca Dotti, publica ahora "Audrey at Home: Memories of my Mother's Kitchen", un libro en el que se recopilan historias, anécdotas, extractos del correo personal de la actriz, dibujos e incluso recetas para reconstruir las vivencias de quien será icono eterno.

En él se descubre, por ejemplo, que nunca se recuperó tras haber sufrido la ocupación alemana de Arnhem (Países Bajos), ciudad en la que vivió entre 1944 y 1945. "Mamá llevó la guerra consigo durante toda su vida," explica Dotti, que señala también que la guerra acabó también con los deseos de Audrey de ser bailarina clásica: por ella interrumpió sus estudios en Londres y se quedó atrás en comparación con sus compañeras, que siguieron en la capital británica formándose y con una buena alimentación. Ella, en cambio, tuvo que volver a casa porque a sus padres les daban miedo los posibles bombardeos en Inglaterra, y acabó sufriendo los ataques en primera persona.

De aquella vivencia la actriz arrastró problemas de salud toda su vida: asma, ictericia, anemia y una fuerte hidropesía. También desarrolló su pasión por la comida: por el chocolate, que estaba segura de "alejar la tristeza". Hacia el final de la ocupación, un soldado holandés le regaló siete chocolatinas a las que ella atribuía el haberle ayudado a sobrevivir en aquella última época. La pasta se convirtió, también, en otra de sus debilidades: "Al volver de viaje, siempre había un plato de espaguetis al pomodoro esperándole" e, incluso, podía llegar a viajar con aceite, pasta y queso en su maleta.

Sin embargo, aunque tenía un apetito voraz, Audrey nunca ganaba peso, siempre se mantuvo muy delgada y reconocía que otra de sus pasiones era el tabaco... Otro recuerdo más del fin de la guerra: "Cuando corrí a recibir a los soldados [británicos], inhalé el vapor del gasóleo como si fuese un perfume inestimable y pedí un cigarrillo, a pesar de que me hizo que me ahogase."

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