Julia Ebner, infiltrada entre extremistas: "Todos podemos ser víctimas de un proceso de radicalización en momentos de debilidad; yo también"

Su libro, 'La vida secreta de los extremistas', desvela su experiencia con los grupos radicales más diversos, y cómo las redes sociales propician su crecimiento. 

Julia Ebner, la autora de 'La vida secreta de los extremistas'

Julia Ebner, autora de 'La vida secreta de los extremistas'.

/ Gene Glover

'Nipsters' (nazis hípsters), yihadistas, 'tradwives' (esposas que defienden el papel tradicional de la mujer y que se clasifican a sí mismas según el 'VMS' o su valor sexual en el mercado), supremacistas blancos, '4 chan' y '8 chan' (redes sociales que permiten compartir mensajes de forma anónima), consignas encriptadas en Telegram... e, incluso, el foro español 'Foro Coches' (al parecer, una representación clara de la "machoesfera"). Todos ellos son mencionados en 'La vida secreta de los extremistas: Cómo me infiltré en los lugares más oscuros de Internet' (Ed. Temas de hoy), el libro en el que la investigadora Julia Ebner (Viena, 1991) vuelca sus experiencias trabajando como infiltrada en las conversaciones online y, en ocasiones, en las reuniones offline de algunos de los grupos radicales más peligrosos del planeta. Y que revela una manipulación feroz que habla de experiencias que suenan más a una serie de HBO que a la realidad (aunque todas pertenezcan a esta última).

Las redes se han convertido en la gran herramienta de captación, predicación y potenciación de esas asociaciones que no dudan en utilizar noticias falsas y teorías conspiranoicas para sus fines, denuncia Julia Ebner, que forma parte del Instituto para el Diálogo de Londres.

Hablamos con la autora de su obra (atemorizante) y de su experiencia real (ídem).

¿La realidad supera la ficción?

La realidad ya es de por sí bastante impactante e increíble, no hace falta inventarse demasiadas historias. Mucho de lo que he visto mientras trabajaba, y que está reflejado en este libro, recuerda a series, especialmente al capítulo 'Nosedive' ('Caída en picado', en español) de 'Black Mirror', aquel que gira en torno a cómo las redes sociales toman el control del ser humano.

¿Son muchos más los ataques extremistas que se evitan (y de los que, por tanto, no nos enteramos) que los que se cometen?

Por supuesto. Solo en los últimos años ha habido muchos intentos que han sido evitados, tanto en Europa como Estados Unidos. Y muchos de ellos han sido organizados por extremistas, tanto yihadistas como radicales de izquierdas, derechas, etc. Las fuerzas del orden ponen todo su esfuerzo para frenarlos y lo logran en un gran número de ocasiones. Aún así, en otras no es posible reaccionar con la rapidez que se necesita ante un ataque, por ejemplo, espontáneo. La dificultad del trabajo se está incrementando porque los ataques a veces son perpetuados por individuos en lugar de por un grupo, como pasaba con Al Qaeda. Los actos terroristas individuales y espontáneos son más difíciles de prever y combatir.

Portada del libro 'La vida secreto de los extremistas' de Julia Ebner

Portada del libro 'La vida secreta de los extremistas'.

/ Planeta

Te has tenido que infiltrar en distintos grupos para hacer tu trabajo. Trabajar con 'los malos' para hacer el bien, ¿qué contradicciones implica?

Lo que he encontrado realmente interesante en mi trabajo es ver también lo bueno en lo malo. Es muy importante ser capaz de ver sus características positivas porque es la única forma que tenemos de traer de vuelta a los extremos y acercar a las personas radicales a otras posiciones. Por otra parte, es un desafío no saltar ni responder cuando alguien expresa de viva voz opiniones a veces terribles y teorías conspiranoicas que buscan manipulación.

¿Existe un perfil tipo de la gente que se asocia a grupos extremistas o podríamos ser cualquiera en un determinado momento de nuestra vida?

Esto es algo que me costó entender: no hay un perfil determinado de extremistas. Me he encontrado con personas de distintas clases sociales, con diferente educación, con distinta personalidad, de todas las edades, hombres, mujeres... Esto me ha enseñado que todo el mundo puede ser víctima de un proceso de radicalización en un momento de debilidad. Incluso yo me sentí muy cerca de las 'trad wifes' ['mujeres tradicionales', se refiere a un movimiento antifeminista integrado por mujeres que defienden la sumisión ante el hombre e, incluso, pueden llegar a justificar la violencia de género] cuando me infiltré entre ellas y aunque me considero feminista, simpaticé con el grupo. Las conocí cuando acababa de sufrir una ruptura amorosa y, en ese momento, me hicieron sentir acogida, reconfortada y apoyada. Incluso me cuestioné si mi fracaso amoroso podía ser debido a que hubiera descuidado mi relación por el trabajo.

¿Tan persuasivas son?

Ellas escuchan y dan soluciones. Fue una experiencia muy extraña porque, pese a haber investigado tanto tiempo sobre técnicas de manipulación, te das cuenta de que esta tiene tantas vías... Y tú no eres inmune porque actúa sobre los miedos y frustraciones que todos podemos tener a lo largo de nuestra vida.

Retrato de la investigadora Julia Ebner

Retrato de la autora austríaca Julia Ebner. 

/ Phil Coomes

Es curioso ver en tu libro que las 'tradwives' se culpabilizan a sí mismas si no hacen felices a sus maridos o si estos las maltratan. En cambio, en el caso de los hombres extremistas dices que todo empieza cuando comienzan a culpar de sus males a las circunstancias externas. ¿El sexo también marca el reparto de culpas?

Es muy interesante. Las 'tradwives' sienten frustración e inseguridades, y se culpabilizan por no hacer feliz a sus maridos, o cuando sus chicos intentan cortar con ellas o cuando no encuentran pareja. Por una parte, algunas mujeres echan la culpa a la mujer por no haber sabido mantener a su hombre, pero estros grupos, además, culpabilizan también al feminismo, a la imagen de la madre y mujer moderna, al liberalismo moderno, al 'empoderamiento'... que les infringen miedo y a los que acusan de las experiencias negativas e, incluso, de querer erradicar la sociedad occidental y sus valores de siempre. También en este caso la culpa (como en los supremacistas blancos u otro tipo de radicales) se atribuye a la sociedad.

También investigaste grupos de yihadistas, supremacistas blancos y asociaciones de extrema derecha. ¿Fue más difícil ponerse en su lugar?

Sentí empatía especialmente por la gente joven. En esas asociaciones hay menores de edad, incluso adolescentes. Y lo sentí de verdad por ellos porque están ahí dentro pero ignoran cómo ese paso va a afectar a su vida. En muchos de estos miembros, incluso en el resto de la organización, se suele percibir una necesidad desesperada de pertenencia a un grupo, de ser parte de algo, de que se les reconozca y se les apoye... y, al final, de amor, que les quieran. Este factor es clave para entender por qué se radicalizan. Por eso les comprendo en cierta forma, aunque no comparta en absoluto su ideología.

¿Cuáles son los límites?

En general nos enfrentamos a límites cuando nos enfrentamos a grupos radicales de fuera. Puedo ver qué pasa en la superficie, en las campañas en las redes sociales, cómo preparan las estrategias, cómo actúan, las técnicas de los ataques... pero a veces no llegas a entender plenamente que hay detrás. Se necesita conocer más y habría que hacer más investigaciones sobre las motivaciones de los grupos, lo que hace que permanezcan ahí.

¿De qué son culpables las redes sociales en el auge de los extremismos?

Las redes sociales tienen una gran responsabilidad. No han reaccionado durante mucho tiempo y han permitido que ideas y voces extremistas sean promocionadas. Desgraciadamente, dentro del entretenimiento, los contenidos radicales y hasta violentos suelen llamar más la atención del usuario y esto es algo que las redes sociales han explotado dando un micrófono a cuentas y activistas extremistas.

La tecnología es un altavoz y una herramienta para reclutar de los extremistas, pero también es susceptible de ser espiada. ¿Una paloma mensajera sería más seguro?

Hay cosas tan positivas en torno a la tecnología que a estas alturas es imposible ir en contra ella. La tecnología y las redes son progreso y nos han ayudado, por ejemplo, a mandar emails, a chatear con amigos que están al otro lado del planeta, a comprar online sin importar la distancia. Es tan útil que es casi imposible imaginar un mundo sin ella. Pero creo que nos perdimos cuando las redes sociales explotaron y comenzaron a ser populares, y se permitieron ciertos abusos. Nunca hubo mucha discusión sobre los riesgos que entrañaban. Y ahora que se han extendido de esta manera, lamentablemente se han instrumentalizado convirtiéndose en armas al servicio de estos grupos. Es necesario ser más vigilantes y mitigar los riesgos, hay que controlar los contenidos de desinformación y 'fake news' que se están transmitiendo, y hay que actuar y pararlos mucho más rápido.

La autora e investigadora vienesa Julia Ebner

Julia Ebner. 

/ Suhrkamp

En pos de la seguridad, ¿dónde terminan nuestras libertades?

Es una pregunta compleja y, a la vez, un debate muy popular y delicado. Diría que el respeto y la libertad termina donde empieza la libertad de otros. Las libertades se vulneran cuando alguien trata por intimidación de silenciar a otros. Esa violencia y esa intimidación para callar al que consideras tu enemigo es lo que vemos en extremistas y lo que hay que regular. Actualmente, las fuerzas de seguridad podrían investigar tu WhatsApp si tienen sospechas fundadas de vinculaciones con el terrorismo con el fin de prevenir ataques, por ejemplo. Hay grupos radicales que están muy activos en las redes operando con mensajes encriptados y es necesario disponer de las herramientas para poder prevenirlos.

Revelar tu foto en tu libro, con tu trabajo, ¿no es peligroso?

En el pasado he recibido distintas amenazas, algunas de tipo sexual. Me temo que he aceptado ese tipo de cosas como parte de mi trabajo. Hay muchos profesionales que se enfrentan a situaciones similares y tienen que mantener la guardia alta, especialmente si expresan opiniones contrarias a las de uno de esos colectivos. Cuando eliges una profesión con esta, te arriesgas. Sin embargo, puedo decir que, más o menos, me siento segura. Y no me arrepiento de haber elegido esta profesión.

¿Quién vigila al vigilante?

Ya… es definitivamente importante tener un un control que nos haga retomar el equilibrio en determinados momentos. En cuanto a los gobiernos, también deberían coexistir con organizaciones preparadas para prevenir abusos, que estén alerta para mantener las libertades personales y que pueden vehicular a las voces que, en algunos momentos, deben recordar a un gobierno extremista que debe parar.

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