Entrevista a Khadija Al-Salami, la directora de 'Diez años y divorciada'

La directora de cine yemení Khadija Al-Salami presenta hoy en el Festival de Cine y Derechos Humanos de Donostia una impactante película sobre el matrimonio infantil. A ella misma la casaron con once años.

La directora de cine yemení Khadija Al-Salami
La directora de cine yemení Khadija Al-Salami / Iñigo Royo

A los once años, la yemení Khadija Al-Salami fue obligada por su familia a casarse. Tras intentar suicidarse y con el apoyo de su madre, la pequeña logró divorciarse. Ambas mujeres fueron repudiadas por la familia pero Khadija trabajó y estudió a la vez hasta lograr graduarse y solicitar a una Ong norteamericana una beca para estudiar en Estados Unidos. Allí se formó como cineasta porque “procedo de un país donde las mujeres no tienen voz y quería dársela a través de mis películas”

Ganadora de numerosos premios, condecorada con la Legión de Honor francesa, su país de residencia, y considerada una de las 100 mujeres árabes más influyentes, la primera cineasta yemení descubrió la autobiografía de Noyud Ali, una niña yemení que consiguió divorciarse a los 10 años gracias a la ayuda de una Ong y de un juez progresista. Khadija Al-Salami consiguió los derechos del libro para hacer ‘Diez años y divorciada’, una película donde su historia y la de Noyud se entremezclan para hacer un poderoso filme cuyo objetivo “es conseguir cambiar la sociedad y acabar con esta práctica”.

Tuvo que esperar cuatro años para conseguir la financiación pero para ella era muy importante que la hiciera alguien como ella, que conoce en profundidad las costumbres locales. “Si simplemente atacas a la gente es difícil cambiar las cosas. Hay que entender la cultura para poder hacer cambios en ella”, explica y señala que en Yemen en las zonas rurales más de la mitad de las niñas se casan antes de la mayoría de edad.

Además, la realizadora advierte que cada dos segundos una niña es obligada a casarse y que, si no se hace algo, en 2020 habrá 140 millones de niños casados en todo el mundo. Según Khadija, los hombres utilizan la religión para conseguir niñas sumisas como esposas. “Los hindúes en la India realizan matrimonios infantiles, como también musulmanes y la comunidad judía de Yemen celebran matrimonios forzosos con niñas. Todos se escudan en la religión y en la tradición pero lo cierto es que se trata sólo de una excusa para hacer lo que quieren. Ninguna religión promulga el matrimonio infantil”, explica Khadija que considera que “sólo las leyes que lo prohiban y la educación, de las familias y de las niñas, logrará erradicar esta práctica terrible”. 

La yemení Khadija Al-Salami
La yemení Khadija Al-Salami / D.R.

‘Diez años y divorciada’ se presenta hoy en el Festival de Cine y Derechos Humanos de Donostia que se celebra hasta el 22 de abril. Tras la película habrá un debate en el que participará su directora, Khadija Al-Salami. Antes hemos conseguido hablar con ella. 

WOMAN: ¿Por qué decidiste ser cineasta?

KHADIJA: Decidí estudiar cine porque ser una mujer en Yemen significa no tener voz, que nadie te escuche. Por eso desde niña decidí hacer lo contrario de lo que se suponía que debía de hacer. A través de las películas sabía que podía poner rostros a las mujeres y a sus historias, darles visibilidad y , sobre todo, ofrecerles un canal donde se pudieran expresar y que las escucháramos hablar de sus sueños sin sentir miedo.  

Fuiste obligada a casarte a los once años. ¿Cómo conseguiste divorciarte?

Fue la experiencia más horrible de mi vida. Cuando, siendo una niña de once años, mi madre decidió obligarme a contraer matrimonio, al principio no sabía ni lo que eso significaba. Cuando lo descubrí, me sentí devastada. Intenté escaparme pero me cogieron. Me encerré en el cuarto de baño y golpeé mi cabeza contra la pared hasta hacerme sangre y desmayarme. Me forzaron a casarme y tuve que irme con mi marido a su casa. Allí, intenté suicidarme. Tuvieron que llevarme al hospital y entonces fue cuando mi madre se dio cuenta de que aquello iba en serio. A partir de ese momento, ella me apoyó siempre y me ayudó a pedir el divorcio. Para mi familia aquello era una deshonra así que nos repudiaron. Nos dijeron que ya no éramos parte de la familia. 

¿Por qué tu madre, que a su vez había sido casada de niña, permitió que te casaran a ti?

Se lo he preguntado muchas veces. Ella misma ha estado toda su vida traumatizada porque se lo hicieron a ella. Siempre me dice que pensaba que era lo correcto, que era la tradición. No veía otra opción. Por eso es tan importante la educación.

¿Cuánta era tu diferencia de edad con el hombre con el que te casaron?

Me casaron con un hombre de treinta y tantos. Cuando tienes diez u once años, todo el mundo es demasiado mayor para ti. Aquello era una pesadilla. Muchas de las niñas yemeníes obligadas a casarse no sobreviven a la primera noche y muchas mueren dando a luz a su primer bebé. Las demás se ven sometidas a una vida de abusos constantes. El cuerpo de una niña no está desarrollado, ni tampoco está madura sexual ni psicológicamente. No se establecen relaciones sanas en un matrimonio así.

Procedes de una familia humilde. ¿Cómo conseguiste convertirte en la primera mujer cineasta yemení?

Cuando a mi madre y a mi nos repudió mi familia, tuve que buscar trabajo porque era libre pero también tenía que asumir toda la responsabilidad que conllevaba esa libertad. Empecé a trabajar por la tarde e iba a clase por las mañana. Estaba resuelta a estudiar, lo tenía muy claro. Acabé el instituto con 16 años y decidí aplicar para unas becas que daba una Ong norteamericana. Me la dieron y conseguí ir a estudiar cine a los Estados Unidos. Desde que acabé no he dejado de hacer películas. 

Tu película ’10 años y divorciada’ refleja tu experiencia como niña casada y también la de Noyud Alí, una niña cuya autobiografía se hizo famosa porque consiguió divorciarse en un juzgado de Yemen. ¿Por qué uniste ambas historias?

Parte de la película refleja mi vida, otra parte la de Noyud y el resto es libre inspiración. Yo tenía mucho que contar de mi experiencia pero me interesaba la parte en que Noyud va a los tribunales a pedir el divorcio, cosa que en mi caso no ocurrió ya que su familia no quiso ayudarla. Noyud tuvo la ayuda de una Ong, en mi caso no existía esa posibilidad y estaba completamente sola. Únicamente mi madre se puso de mi parte tras mi intento de suicidio. 

¿Sigues en contacto con Noyud? ¿Qué ha sido de ella?

Sí, tiene 19 años ahora. Lo que pasó es que el libro sobre su vida fue un éxito de ventas e hicieron mucho dinero, así que su editor compró una casa para ella, a su nombre lo que enfadó a su padre. Noyud se ha enamorado, se ha casado y ha tenido un bebé. Para mi ha sido una decepción porque yo deseaba que al menos acabara sus estudios y que fuera un ejemplo para otras niñas, pero ella ha preferido casarse. Al menos, ha sido ella quien ha elegido su vida, no su familia, ni nadie más.

La yemení Khadija Al-Salami y la historia de su vida
La yemení Khadija Al-Salami y la historia de su vida / Iñigo Royo

¿Cómo fue el rodaje de tu película en Yemen?

Una auténtica pesadilla. No pude llevar a mi equipo francés porque no los aseguraba ninguna empresa, así que tuve que contratar uno de Egipto que siempre estaba quejándose y no creía en la película. No podía contar a nadie de que iba el guión, ni siquiera a los actores, porque me podía buscar problemas muy serios con los extremistas o con el gobierno. Cada día era una peligrosa aventura. Nos robaban material, hubo un atentado de Al Qaeda… Pasó de todo. Y un mes después de acabar el rodaje, Arabia Saudí comenzó a bombardear el país. Me hubiera gustado hacerlo en mejores condiciones, pero fue imposible. La parte artística no está tan cuidada como me hubiera gustado pero conseguimos acabarla y ahora se usa para mostrar a las niñas que hay salida y a sus familias que ese no es el camino. 

¿Estás en contacto con tu familia en Yemen?

Sí. Antes me consideraban la oveja negra, pero ahora piensan que soy un modelo a seguir. De hecho, dependen de mi económicamente y he conseguido que todas mis sobrinas estudien. Mi hermana pequeña fue obligada a casarse, pero desde que cambiaron de opinión sobre mi, ya no hay matrimonios infantiles en mi familia. 

Fuiste condecorada con la Legión de Honor francesa, el mayor reconocimiento que se otorga en el país…

Sí, me condecoró la ministra francesa de Cooperación y Desarrollo, Brigitte Girardin. Me llevó a Yemen y me la puso allí, pero lo mejor es que cuando me dijo que me la habían concedido, me preguntó si tenía alguna petición que hacer y le dije que el mejor premio que me podía dar era conseguir la liberación de Amina, una niña sobre la que yo había hecho un documental. Ella fue acusada de matar a su marido, pero se trataba de una niña a la que habían casado con once años. Cuando mató a su marido tenía 14 años y él la sometía a palizas constantes. Aquel día él la estaba intentando estrangular y Amina le clavó unas tijeras. Ella estaba condenada a muerte, no habían tenido en cuenta que fuera en defensa propia. La ministra consiguió que el entonces presidente Saleh  la liberará y por eso, sí, la Legión de Honor ha sido el mejor premio de mi vida. 

[Nota de la periodista: Lo que no cuenta Khadijah es que, desde entonces, ella ayuda económicamente a Amina para que estudie y consiga una vida mejor].

Antes has mencionado los bombardeos en Yemen, una guerra olvidada de la que apenas dan cuenta los medios. ¿Qué te parece esa dejadez ante un conflicto que ha acabado con la vida de miles de personas? 

Yemen lleva un año y pico siendo bombardeado cada día. Caen cientos de bombas, todos los días pero nadie habla de ello porque es un país pobre y porque es Arabia Saudí la que principalmente es responsable de los bombardeos. Los saudíes tienen petróleo así que para los yemeníes los derechos humanos no existen. Es muy triste que solo se tengan en cuenta algunos países y otros no. La mayoría de los muertos en Yemen son civiles y está demostrado que atacan sin piedad a escuelas y hospitales. Quedan muy pocas infraestructuras en pie en el país. Todo es destrucción. Somos un país pobre pero muy rico en patrimonio cultural e histórico. Sesenta sitios arqueológicos han sido destruidos, eso por no hablar de todos los inocentes que han muerto. Es terrible. Y tengo que decir, con el corazón roto y una profunda tristeza, que nadie hace nada y nadie dice nada de lo que está pasando allí. No le importa a nadie. Es como si no existieran, es una vergüenza. 

¿En qué estás trabajando ahora?

En un documental sobre un joven matrimonio francés que se ha convertido al Islam que va a instruirse a Yemen. Me interesa mucho porque yo misma he luchado toda mi vida para salir de ciertas tradiciones y me impresiona mucho que una mujer joven francesa tome una decisión así. Estoy haciendo este documental para tratar de entenderla porque me cuesta mucho. A su madre le sucede igual, no lo comprende. Por supuesto, tiene derecho a elegir lo que quiere hacer con su vida, está en su derecho. Pero me es difícil entender que una mujer decida por si misma entrar en un sistema que la va a encerrar, que la va a poner detrás. La forma en la que les enseña me da miedo. Son salafistas que vinieron de Arabia Saudí y estás extendiéndose por todo el país.  Gente que piensa que si no estás con ellos eres un infiel y les está permitido matarte. Todo comenzó con la guerra de Afganistán y la URSS, reclutaron a jóvenes de muchos países árabes y los educaron con esa ideología. Cuando regresaban a sus países de origen fundaban madrasas, escuelas coránicas con ideas salfistas extremistas. Les damos recursos, los alimentamos pero ahora vamos a tener que luchar contra ellos porque se nos ha ido de las manos.

¿Cómo es la situación para las mujeres en Yemen?

Antes de la guerra había muchas activistas trabajando por los derechos de las mujeres. Hubo varias mujeres que llegaron a ministras y diputadas. Una cuota del 30% según la Constitución y se estaba estudiando hacer un referéndum para aprobar una ley contra el matrimonio infantil. Peor entonces la guerra estalló y todo se detuvo. Esa guerra está alimentando a los extremistas y ha detenido el progreso del país en general y de las mujeres en particular. Espero que cuando acabe la guerra no tengamos que empezar de cero otra vez, pero hay posibilidades de que eso ocurra. La prioridad ahora ya no son los derechos humanos o la situación de la mujer, sino la mera supervivencia de las bombas o encontrar alimentos básicos o agua. Eso me da mucho miedo. 

¿Qué es lo que te parece más importante para mejorar la situación de la mujer?

Para la mujer, la educación es la clave, es lo más importante. Piensa en mi, una niña casada a los once años contra su voluntad, proveniente de una familia humilde y muy conservadora. Pero he conseguido salir de todo eso porque lo tenía muy claro. Y cualquiera puede conseguirlo si se marca un objetivo claro: estudiar. Tienes que ser más fuerte que aquellos que se interponen en tu camino. Todo el mundo lo puede conseguir como yo lo he hecho. 

Rodaje de la película '10 años y divorciada'
Rodaje de la película '10 años y divorciada' / D.R.

 

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