El (eterno) poder del terciopelo

Tiene un renovado potencial decorativo y su sola presencia basta para llenar de personalidad al espacio más anodino.

Decoración en terciopelo: el velvet gris de Jonhatan Alder
Decoración en terciopelo: el velvet gris de Jonhatan Alder / D.R.

La eterna aureola del terciopelo se mantiene intacta en decoración. Este tejido ancestral, de enorme personalidad y una sofisticada adaptabilidad, sigue triunfando en todos los contextos, desde los clásicos a los más vanguardistas, por eso conviene revisar su mitología para redescubrir el gran potencial que nos ofrece. El terciopelo puede ser considerado sofisticado, delicado y cálido, o, por el contrario, pretencioso y hasta de mal gusto. Lo cierto es que es un material lleno de personalidad y por tanto idóneo para utilizar en interiorismo, siempre que lo hagamos con cuidado en términos de calidad y cantidad.

Esta tela intemporal añade con su simple presencia un toque sofisticado, ya sea en entornos informales o más vestidos. Su textura suave y color irisado tienen la capacidad de transformar el más simple de los sofás, butaca o silla, en una pieza especial que marcará el espíritu de la habitación.

Así que alejémonos de los clichés que lo consideran sinónimo de opulencia decimonónica y valoremos el terciopelo en lo que vale, ya que no ha perdido un solo ápice de su milenario poder en los entornos más contemporáneos.

El origen

Quizá su rasgo más distintivo es ese brillo tornasolado que hace que su tonalidad cambie con la luz y pasé de tonos más profundos a otros más luminosos, y también enfatiza las siluetas, con ese atrayente contorno aterciopelado.

Se puede hacer a partir de diferentes fibras, como seda, viscosa, acetato o algodón. Cada tipo de fibra produce una clase distinta de terciopelo. El de seda es el más caro y suave, con una superficie brillante. Los terciopelos sintéticos hechos con rayón y acetato imitan el terciopelo de seda, pero en general son más pesados y no tienen la misma caída y volumen, mientras que el terciopelo de algodón es el de mayor durabilidad. Si se utiliza para tapizar, es conveniente elegir un terciopelo con cierta resistencia, aunque ello signifique que contenga algo de fibra sintética.

Utiliza (bien) su poder decorativo

Gracias a ese aura de misterio que emana, el terciopelo atrae a todo tipo de interioristas, ya sean modernos, clásicos, atrevidos o conservadores. De hecho, es sorprendentemente versátil y puede adaptarse a casi cualquier propósito: utilizándolo a lo grande en muebles, cabeceros y cortinas o en pequeños detalles, como almohadones o cojines.

Queda especialmente bien en estancias menos luminosas, incluso algo oscuras, donde el matiz de su suave brillo y la misteriosa profundidad del color se pueden apreciar más. Y qué decir de su poder dramático y teatral si nos decidimos por grandes cortinajes de terciopelo, en los que, si se quiere conseguir un efecto intenso, es recomendable elegir un color que contraste con el de las paredes.

También es perfecto para ser utilizado en un solo elemento como centro de atención en un ambiente sencillo o minimalista. Porque, como en todo, en la prudencia está la sabiduría y el terciopelo es una textura muy marcada que conviene utilizar con sensatez, sin abusar: únicamente en el conjunto de asientos; o sólo en las cortinas; o en una otomana; o, si nos impone demasiado, simplemente algunos almohadones de terciopelo colocados por aquí y por allá bastarán para dar un toque interesante a la habitación.

Los contrastes en interiorismo, si están bien gestionados, pueden ser la clave del éxito, y como en este caso el terciopelo es un tejido vestido, para quitarle importancia puede resultar buena idea contrastarlo con muebles poco formales y desgastados; o mezclarlo con piezas muy vanguardistas de acero o cristal.

El terciopelo extrae un matiz diferente a casi cualquier color, desde los más femeninos rosados, verdosos, azulados a los profundos e hipnotizantes azulones, verdes botella o burdeos. Y aquí es cuando la calidad es determinante: a mejor calidad, su color será más sutil o profundo y menos chillón.

En definitiva, es un tejido milenario con una gran capacidad decorativa, sinónimo de estilo y sofisticación. Quizá por eso no es que esté de moda, es que nunca se fue.

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