¿Por qué en la era del bienestar, el autocuidado se ha convertido en otro factor de estrés? Desciframos la paradoja

Nos hemos dejado seducir por sus cantos de sirena, pero practicar el autocuidado nos está empezando a abrumar. ¿Cómo es posible que todas esas consignas y consejos de bienestar en vez de aliviar nuestra carga mental y mejorar nuestra salud nos puedan provocar estrés? ¿Qué es lo que falla?

El autocuidado debe practicarse de forma flexible y ajustada a nuestras circunstancias
El autocuidado debe practicarse de forma flexible y ajustada a nuestras circunstancias / Istock

El bienestar está de moda. Y desde las redes sociales o nuestro entorno más cercano florecen las opciones o soluciones de autocuidado que prometen atenuar el estrés. Sin embargo, a veces esas pautas para mejorar la salud y la belleza o envejecer mejor se convierten en una nueva fuente de malestar vital.

La pandemia hizo del concepto de autocuidado un mantra, cuya repetición no siempre ha funcionado. “La pandemia ha afectado en nuestro bienestar más de lo que imaginamos. Recuperar poco a poco la confianza es algo que no a todo el mundo le está resultando fácil”, comenta la psicóloga Laura Palomares, de Avance Psicólogos, y esto no se arregla con muchos de esos consejos de autocuidado y autocompasión que escupen las redes y que prometen el bienestar eterno.

Pero el autocuidado vende. La consecuencia es que se está banalizando demasiado la esencia de este término. Según Alicia Aradilla, socióloga experta en neurolingüística, “el concepto de autocuidado en redes sociales tiene un marcado trasfondo mercantilista. Tú has de hacer una serie de cosas para sentir que te estás cuidando, pero todo eso lleva detrás la venta de un servicio, un curso, un método o un producto, convirtiéndose en un añadido más a tus quehaceres cotidianos.

El lado oculto del autocuidado

“El autocuidado es un concepto relacionado con una actitud positiva y necesaria para el desarrollo de una buena autoestima, pero cualquier hábito excesivamente autoexigente y rígido puede ser contraproducente y generador de ansiedad si lo llevamos al extremo”, comenta Laura Palomares. Y es aunque el objetivo es loable, (¿quién no quiere sentirse bien?), cuando alcanzarlo se convierte en una servidumbre, causa desazón y frustración o se lleva al límite de la obsesión, el remedio, entonces, es peor que la enfermedad.

La causa de este malestar -expone Palomares- es que vamos muy rápido y no nos da tiempo a conectar con nuestras verdaderas necesidades. “Los horarios y responsabilidades a menudo son excesivas; si a esto unimos la constante sobreinformación a la que estamos expuestos acerca de todo lo que tenemos que alcanzar y tener para estar bien, sin detenernos a escuchar lo que realmente queremos y qué es lo que no necesitamos, podemos vernos sumergidos en un sinfín de fórmulas y requisitos para ser feliz que exigen aún más de nuestro tiempo y energía”.

Según Alicia Aradilla, el concepto de autocuidado está muy sesgado por el significado que le dan las redes sociales que promueven una idea muy cargada de estética estereotipada. “Esta es una de las causas por las que en lugar de darnos tranquilidad nos genera más estrés”. En efecto, corrobora Laura Palomares, “las redes sociales tienden a coger conceptos que resultan atractivos y sobredimensionarlos, repetirlos y ponerlos de moda. De repente, un concepto relacionado con algo positivo se acaba desvirtuando y convirtiendo en una meta a alcanzar a toda costa para sentirnos validados”. De esta forma, prosigue la psicóloga, el malestar comienza cuando un cuidado se convierte en presión y se busca un resultado para agradar a los demás, para demostrar o demostrarnos desde la autoexigencia. Por tanto, es fundamental enfocar el autocuidado priorizando la salud sobre la belleza. Se trata de que sea una actitud y no una exigencia más para buscar la aprobación.

El problema viene también, manifiesta Aradilla, porque esa venta de servicios está disfrazada de ritual, pero la incorporación de un ritual en la vida cotidiana requiere mucha energía. “El ritual te ha de conectar con una emoción poderosa que te lleve al objetivo. Si tu haces la acción pero no conectas con la emoción es ahí donde entra el estrés, la sensación de no estar haciéndolo bien y de autoinculparse”.

Llevado al extremo cualquier hábito puede cualquier hábito excesivamente autoexigente y rígido puede añadir más carga mental

Llevado al extremo cualquier hábito puede cualquier hábito excesivamente autoexigente y rígido puede añadir más carga mental

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El falso autocuidado o la positividad tóxica

La positividad tóxica es un ejemplo más de cómo se desvirtúa un concepto en principio constructivo, dice Palomares. “Cuando un concepto resuena en todas partes como la solución a cualquier problema, sugiriendo además que depende de ti conseguirlo, se comienza a generar un sentimiento de culpa en las personas, además de dar lugar a creencias erróneas como entender que siempre hay que estar bien y que las emociones que no sean de alegría y bienestar, son negativas y hay que combatirlas. Todas las emociones tienen una función, es realista entender que no podemos estar bien en todo momento y que esto es natural”.

Por otro lado, Alicia Aradilla destaca que el problema radica en el uso mecánico del poder de la palabra, lo cual no tiene efecto real y genera más frustración. Explica que la palabra es la expresión de un pensamiento y si no hay un patrón mental lingüístico que soporte eso, lo único que se genera es una sensación de fracaso. “Por ejemplo, si me levanto, hago las respiraciones pertinentes y mientras tomo el café en una taza con mensaje optimista, me digo que yo puedo, que yo valgo o que me lo merezco y luego tengo un día aciago, eso genera más frustración que si simplemente me levanto y tengo un mal día, porque no he apelado al poder de la palabra. Es más, si prescindo del rito siempre me queda la esperanza de que el día que lo haga me funcionará”, sentencia la socióloga.

Según Aradilla, “el positivismo tóxico en términos de lenguaje sería utilizar las palabras de manera mecánica (repito lo que veo aquí y allá) pero no tengo un patrón mental lingüístico que soporte eso que estoy diciendo”. Y ese patrón mental se crea con autoconocimiento e inteligencia emocional. “Si le pones atención, emoción y energía, la inteligencia emocional crece y se evita la frustración”, pero también es cierto que a menudo se necesita ayuda profesional para alcanzar el autoconocimiento necesario.

¿Significa, entonces, que el autocuidado es un fraude? No. De hecho, podemos mejorar nuestro bienestar sin que ello implique complicar más nuestros horarios o elevar nuestras exigencias. En este sentido, Laura Palomares aconseja introducir esos hábitos de autocuidado de forma flexible y ajustada a nuestras circunstancias de forma realista; seleccionar aquello que realmente consideramos importante para nuestra salud, sin tratar de introducirlos todos en nuestra rutina; y realizarlos desde el disfrute, como momentos elegidos. “Es más importante este punto que la cantidad de veces que los realizamos. Sus beneficios serán más positivos si se convierten en una rutina grata y flexible”.

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