Patricia Conde en la India
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El tráfico es caótico y tardamos más de una hora y media en llegar al mercado de Chandni Chowk, situado en el barrio más popular de la vieja Delhi. «No puedo dejar de mirar, todo lo que veo me atrapa. Imágenes que me arrancan una sonrisa triste. Delhi es una ciudad que quiere ser moderna, pero en cada callejón hay una historia de miseria. Niños que corretean mientras tendrían que estar en la escuela, a pesar de que, desde agosto del año pasado,todos los niños de entre 6 y 14 años tienen derecho en India a una educación gratuita. Pero una cosa es lo que se aprueba y otra muy distinta lo que sucede en las calles… Por eso, estoy decidida a contratar solo a mujeres que nos demuestren que llevan a sus hijos al colegio. La educación es el primer paso para conseguir que se respeten los Derechos Humanos.»
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Llegamos a nuestro primer destino. Nos dirigimos hacia un almacén donde una docena de manos femeninas nos muestran telas en todas las tonalidades que podamos imaginar. Una fiesta que se interrumpe cuando Marita –una de las mujeres que trabaja en el almacén– nos ofrece té indio. Patricia, taza en mano, se dedica a encontrar las mejores telas para su primera colección. «¿Qué te parece ésta? –pregunta señalando una seda natural azul–. Es mi color preferido. He de encontrar el tejido ideal para dar vida a ese vestido que lleva bailando aquí dentro –y señala su cabeza– hace tanto tiempo.» Con gestos y sonrisas, Patricia se hace entender y elige montones de telas. Unas horas más tarde acaba la jornada. El jet lag hace mella en el grupo y toca dormir.
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Patricia está algo nerviosa. Hoy pasará la jornada en la fábrica, trabajando con las cinco mujeres que se encargan de coser sus diseños. Baja del automóvil a toda prisa y la emoción hace que suba las escaleras de tres en tres. Tras la puerta, cinco caras sonrientes la esperan: Aasha, Haimi, Paavai, Tamasi y Vanita. Todas han dejado de lado las prendas que cosían para recibirnos con los brazos abiertos. Las mujeres nos muestran varias minifaldas acabadas. Una de ellas, de seda negra y bordada con perlas cosidas a mano, es una auténtica obra de arte: «¡Exactamente como la había dibujado! ¡Es preciosa!», comenta ilusionada Patricia.
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Y sigue una procesión incesante de modelos, todos expuestos en maniquís. Vishakha, la patronista, reclama la atención de la presentadora. Quiere que supervise los patrones de algunos de los vestidos que está cortando. Ambas se ponen manos a la obra: tijeras, metro, patrones… Así pasan las horas hasta que oscurece. La lluvia ha sustituido a la niebla, pero ha traído un barrizal a la puerta del taller. Aquí, hace ya algunos meses, comenzó un sueño: Patriciacondecolection.