El Dior de Maria Grazia Chiuri echa raíces
Orquestado en un bosque, el desfile de primavera-verano 2020 de Dior cultiva el mensaje feminista que ya es sello de la casa y lo riega con un alegato por la sostenibilidad.
Una vez más, las colaboraciones han sido el eje que ha articulado el mensaje de la colección de Maria Grazia Chiuri. Porque las colecciones de la italiana siempre tienen un mensaje. Este otoño-invierno fue con la artista feminista Bianca Pucciarelli –alias Tomaso Binga–, que a parte de una performance en directo cubrió las paredes de la carpa donde tuvo lugar el desfile con un prerrogativa de empoderamiento. El crucero de este año fue -entre otros artistas de distintas disciplinas y procedencias- con el estudio atelier Uniwax, dedicado a los tradicionales estampados de cera africanos y que hizo para la ocasión un tejido enteramente diseñado y producido en Abidjan. Y esta ocasión, la presentación de primavera-verano 2020, ha sido con los paisajistas parisinos de Coloco, un gremio “dedicado al arte de cultivar jardines como motor de inclusividad urbana”, se leía en las notas del desfile. Junto a Bureau Betak, encargado de la producción, han creado una escenografía que imitaba un bosque habitado por distintas especies, porque, y aquí va uno de los susodichos mensajes de la diseñadora, “los jardines sanos son heterogéneos”, explicaba. La otra moraleja venía impresa en las notas: “Los árboles que han aparecido en el hipódromo de Paris-Longchamp durante la duración de este show continuarán su viaje, formando parte de varios proyectos a largo plazo para que la vida de este jardín pluralista sobreviva”. Diversidad y sostenibilidad.
Como buena diseñadora de moda, una que esta atenta al pulso de los tiempos y el curso de la sociedad, Chiuri cimenta sus colecciones en torno a la conversación actual. Feminismo, tomando como referencia las protestas de los años 60. Diversidad cultural, a partir del hilo de una chaqueta que Yves Saint Laurent diseñó en 1960, cuando era director creativo de la enseña, y a la que llamó Marrakech. La pluralidad femenina, con una ilustración de Dior de 1953 y la chaqueta Bar como percha. Y ahora, Catherine Dior, la hermana de Monsieur Dior y la musa de Miss Dior, y una mujer que luchó en la resistencia francesa contra los nazis en la Segunda Guerra Mundial, sobrevivió al paso por un campo de concentración y se reinventó en una ávida jardinera amante de la naturaleza.
Es cierto que en la narrativa de Chiuri siempre hay una referencia al histórico de la casa. Semejante archivo no debe denostarse, y bien usado (no para el plagio sino para la evolución) es un arma poderosa en tiempos en los que la historia y la herencia son dos de los valores clave del lujo. Pero a pesar de las constantes referencias al ayer, sus colecciones hablan del ahora. Y el ahora del planeta moda y del planeta en general esta en la sostenibilidad. Una sostenibilidad que, en el caso de la italiana no se enfoca tanto en la cuestión técnica sino en la filosófica. En la colección no hay algodones orgánicos ni poliéster reciclado. Pero sí vestidos maravillosamente bordados con flores y trabajados en materiales desde el encaje hasta el Jacquard; vaqueros degradados que ponen en buen lugar el efecto lejía de los ochenta y cuerpos de crochet confeccioandos de forma artesanal; faldas de rafia tan perfectamente trabajada que no pierden el movimiento y trajes de chaqueta en linos meticulosamente cortados; y una reivindicación por el calzado plano en forma de bota militar, alpargata y sandalia de tiras anchas. Todas ellas con las siluetas que vienen dando forma al repertorio de la casa desde hace varias temporadas y que apuntalan, aún más, la intención última de Chiuri: crear una moda bien hecha que defiende el tiempo y la calidad, que desafía la fugacidad de las tendencias y que echa abajo el sistema de usar y tirar a favor de piezas que uno podría –y querría– atesorar en su armario durante mucho, mucho tiempo.