Velo y chándal, por Isabel Coixet

Velo y chándal, por Isabel Coixet
Velo y chándal, por Isabel Coixet

En el aeropuerto de Londres, haciendo cola para comprar un sándwich, veo unos preciosos ojos oscuros asomando por encima de la tela negra de un nikab. La chica que lo lleva va vestida también con chándal gris y Converse verdes. Hace mucho calor hoy en Heathrow, debe de haberse disparado la calefacción o algo. La gente suda, se quita los jerséis, se abanica con lo primero que pilla, se aprovisiona de refrescos. La tela negra del nikab se pega al rostro de la chica, que ahora hace equilibrios para comerse un sándwich vegetal y sorber una cocacola light sin levantase el velo. Un periódico inglés se hace eco de la noticia según la cual una maestra musulmana está exenta, tras la decisión de un tribunal holandés, de darles la mano a sus colegas masculinos en el centro escolar donde trabaja. El periódico relaciona esta noticia con la última polémica acaecida en Inglaterra con la maestra a la que se ha obligado a dar clase sin velo, «para que sus alumnos puedan entenderla mejor».

A mi alrededor, mujeres inglesas, camino de Cancún, se van quedando en camisetas de tirantes mientras se toman unas pintas de cerveza. Pasan mujeres italianas que idolatran a Victoria Beckham, haciendo equilibrios encima de inverosímiles zapatos de Roberto Cavalli y cargadas con bolsas de Jimmy Choo. Pasan cuatro mujeres con burka que llevan bolsas de cosméticos M.A.C y de Salvatore Ferragamo. Chicas irlandesas gorditas sin complejos, con el pantalón muy, muy caído.

Mujeres ajenas al calor, que maldicen el momento en que decidieron no volar en jet privado, que han sacado sus abrigos de piel, pese a quien pese. Frágiles adolescentes japonesas vestidas con el uniforme de rigor en Tokio: vestido de tirantes encima de camiseta de manga larga y pantalones. Mujeres en tránsito, con aire fatigado, cargadas de niños, bultos y cochecitos, que no han dedicado un minuto a mirarse en el espejo desde hace mucho tiempo, o quizá nunca. Mujeres que leen The Economist. Mujeres que leen Hello. Mujeres que no leen pero a las que les gustaría leer.

Aquí mismo, en una cafetería de aeropuerto, todas las combinaciones posibles de mujeres están juntas conviviendo en esta caótica sucursal de la franquicia Café Nero. Miro a la chica del velo y el chándal que ahora come muy despacio el sándwich, cogiendo con los dedos pequeños trozos y llevándoselos a la boca. Me gustaría decirle algo, preguntarle por qué, dejar que me convenciera, escucharla. Pero no hago nada. Después de todo, ella tampoco me pregunta por qué yo visto de negro y llevo botas de plataforma y gafas blancas. Así que sigo leyendo el artículo de The Guardian sobre el velo. Y ella se levanta y se va.

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