Vicky Martín Berrocal: a gusto con la vida

Es una mujer auténtica y real, feliz como imagen, y ahora también diseñadora, de Violeta by Mango. Diez años después de debutar con su propia marca, da gracias por todo. Su pasión contagia.

Vicky Violeta
Vicky Violeta

Empezar el día con Vicky aporta una dosis extra de energía. Con 42 años, esta sevillana de raza nos regala una lección de coherencia y sensibilidad. "La vida me ha regalado mucho y no puedo quejarme por nada", repite como un mantra. Agradecimiento, humildad y mucho trabajo, esa es la fórmula del éxito de VMB, las siglas de su marca de trajes de flamenco y de fiesta. Esta primavera se une a Violeta by Mango con la colección V in V de vestidos cóctel, que sientan como un guante.

Felicidades, todo te sonríe...

Soy afortunada desde que nací, pero para mí, el éxito depende del trabajo y la responsabilidad, aunque es verdad que también influye el factor suerte. Las mujeres han sido mi principal e incondicional apoyo durante estos diez años, sin ellas no lo hubiera conseguido. Es cierto que miro atrás y me digo, ¡guau!, pero no ha sido fácil: ha habido momentos difíciles, he llorado, he tenido enormes satisfacciones y he trabajado mucho, soy muy perfeccionista.

¿Hasta que punto te identificas con Violeta by Mango?

Cuando Violeta no existía, yo ya defendía a esa mujer rotunda, con curvas, valiente, sin complejos, que dice «esta soy yo». He usado las tallas 44 o 46 y ahora la 42, va por épocas en mi vida, pero siempre lo he aceptado bien. Intento esconder lo que menos me gusta y realzar lo mejor que tengo. Mis referencias son mujeres como mi madre, que era una belleza brutal, o Sophia Loren, a la que siempre he admirado y quien me impactó cuando la conocí: estuve en Italia con ella en un barco haciendo un trabajo y me quedé sin habla, es una mujer tan sensual y femenina, tan de verdad…

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Modelo, embajadora, diseñadora… ¿Qué parte te gusta más de tu trabajo con la marca?

Sin duda a la que yo me dedico, el diseño, pero ser imagen es un regalazo, cuando Isak Andic –fundador y principal accionista del grupo Mango– se puso en contacto conmigo no me lo podía ni creer. Yo no podría hacer algo en lo que no creyera, soy tremendamente salvaje, y bruta, no tengo dobleces, soy la que soy, no suelo regalar la oreja a nadie, no te cuento lo que quieres escuchar, te cuento mi verdad.

Me gusta trabajar codo con codo con el equipo y con Violeta Andic, una de las mejores personas que he conocido, he viajado mucho a Barcelona y he estado con patronistas, modistas, un regalazo. Arrancar esta línea de Mango ya es parte de mi vida, de momento, llevamos año y medio y estamos bien. Me siento en familia con Isak Andic, su hijo, su hermano –el padre de Violeta– y todo el equipo. Se respira sacrificio y trabajo, es gente muy especial, y te das cuenta de que todo pasa por algo, que las cosas se consiguen a base de eso, los grandes porque son grandes y los chicos porque son chicos, pero al final, para todos es igual.

¿Crees que has ayudado a muchas mujeres a reconciliarse con sus medidas?

Lo noto constantemente. Escribí un libro hace tres años, “Qué haría Vicky”, en el que hablaba de amor, belleza, moda, y sobre el cuerpo, algo que tanto nos preocupa, y me llamaron muchísimas mujeres. En la calle me dicen: "Yo no confiaba en mí, no era una mujer segura", o "tenía complejos y miedos y tú has conseguido que yo salga a la calle de otra forma, con otra actitud". Nadie puede decirme que una mujer con una 36 es más sensual o atractiva que otra con una 44 o incluso una 50, es una cuestión de actitud.

¿Por qué hay tantas mujeres preocupadas por adelgazar?

Porque se nos muestra a mujeres con tallas pequeñas, y lo que ves es lo que quieres. Pero no hay que olvidar que esa modelo se dedica a eso. La moda ha impuesto ese tallaje, pero… ¿es verdad que con una 34 todo queda bien? Pues, mira, ¡no lo sé! A mí me gusta más la mujer-mujer. Mi hija Alba, una chica estupenda, me cuenta historias de su colegio, que si esta no come o va al gimnasio, y tú dices, dios mío, ¿a estas edades? Pues sí, en la adolescencia ya comparan. Yo arranqué la rueda de prensa de mi libro diciendo: "Me llamo Vicky Martín Berrocal, uso una talla 44 y tengo celulitis."

Es que no tenemos cuerpos perfectos, la que no tiene una cosa tiene otra... Por suerte llegó Violeta para empezar con una 42 hasta la 52. En mi taller de Sevilla hago desde una talla 38 a una 60 si hace falta, cualquier mujer que entra sale vestida, te lo aseguro.

¿Te arrepientes, después de unos huevos con chorizo?

No. Pierdo la cabeza con la pasta, en eso soy muy italiana, pero yo no tengo remordimientos por nada. Ni en el amor, ni en mi vida profesional, las cosas se hacen y pasan por algo. ¿Que podría haberlo hecho mejor? Quizá sí. Me gusta comer, vivir, soy muy disfrutona, me gusta masticar, digerir y sentir la vida.

¿Inculcas a tu hija de quince años que la salud nada tiene que ver con contar calorías?

Desde siempre, es muy importante. Le digo que hay que cuidarse, hacer deporte, comer bien. Y también su padre (el torero Manuel Díaz “El Cordobés”), porque es deportista y cuida mucho su cuerpo y su alimentación. Es un padre excelente.

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Qué bonito fue verlos juntos, junto a la pareja actual de él (Virginia Troconis), en primera fila de tu desfile Volver...

Me emociono cada vez que lo recuerdo... Algo hemos tenido que hacer bien para llegar a eso, ¿verdad?, yo siempre digo que esto no es ejemplo de nada, debería ser lo normal. Me llevo bien con Manuel, independientemente de que tengamos una hija. Si no estuviera Alba en mi vida, creo que tendría la misma relación con él y que sentiría la misma admiración y cariño. Cuando he querido, quiero de por vida. A Manuel le tengo un respeto brutal, además de ser el padre de mi hija, es el hombre que me hizo dar ese paso tan bonito en la vida de una mujer.

Seguro que alguien tan vitalista como tú no cierra nunca las puertas al amor, pero se te ve tan bien contigo misma que, ¿ha dejado de ser una prioridad?

A todo se acostumbra una. Soy muy pasional… pero no necesito un hombre. A ver: yo si me enamoro, no estoy por estar. La otra persona me ha de aportar, para quedarme igual, ya estoy sola. Me llevo bien conmigo misma, soy feliz, no necesito más, he aprendido a no anhelar, a no desear, no querer más, soy feliz con lo que tengo y no pido más. Si llega, olé, bendito sea, porque creo que el amor te lleva a donde no te lleva nada más. Soy tan sensible que necesito de esas sensaciones para vivir, para crear, para tirar adelante, pero no es una condición.

Ojalá pueda gritar dentro de un tiempo al amor y decirte que soy capaz de dar la vida por esa persona, pero oye, si no llega, lo llevo bien.

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