Inma Shara: “La música es un grito de compromiso y una gran obsesión”

Apasionada, comprometida... Detrás de la frágil figura de una de las mejores directoras de orquesta del mundo aparece –solo cuando toca, eso sí– una verdadera leona. Una líder que lucha por mejorar la sociedad a través de la música.

Inma Shara
Inma Shara

Asombra su máxima cercanía, su exquisita educación, su frágil apariencia... Pero, ¡ojo!, que nadie se engañe. A Inma tan solo le basta hablar de música para ponerse el disfraz de líder. Tiene un inteligencia asombrosa, una gran capacidad de trabajo y sacrificio que sabe encauzar con infinita facilidad hacia el bien común. Ella es feliz dando porque asegura que lo que recibe cada día es tan grande y llena tanto su vida, que no le queda otra. Ya sea en un acto solidario o en uno de sus espléndidos conciertos con las orquestas más importantes del mundo –como la Filarmónica de Israel, la de Londres o la de Rusia–, ella siempre persigue la comunicación entre seres humanos. Y la conexión de su batuta, de su mirada, con cada uno de los miembros de la orquesta se produce. Ahí está el milagro. El que nos llega a nosotros, vestido de sinfonía.

¿Por qué cogió la batuta?

Para estar con el público. A los cuatro años me enamoré de la música clásica y a los catorce, sentí que la orquesta para mí era el principal canal de interpretación.

¿Qué tipo de magia tiene, que todo el mundo la quiere llevar?

Es apasionante. Para mí, una especie de obsesión.

¿Qué tipo de directora es?

Muy rigurosa, comprometida… Para subir al escenario tengo que tener la partitura como si fuera parte de mi propia esencia, solo así transmito a la orquesta lo que quiero, no solo con mis brazos, sino con mi alma, con mi mirada… Esa obra ya es mía. Por eso necesito tanto tiempo para analizarla, estudiarla, interiorizarla, memorizarla… Todo ese proceso, que se hace en soledad, luego culmina con la comunicación entre los músicos y yo; cuando los seres humanos nos escuchamos en lugar de oírnos es maravilloso.

Y además es generosa...

Me gusta que los músicos sean parte activa de la sinfonía, del proyecto, porque todos y cada uno son grandes artistas y eso suma. Que haya una gran complicidad donde no se coarten los espíritus artísticos y donde el reconocimiento sea para todos.

¿Cómo son los músicos con los que trabaja?

Me gustan los que tocan con pasión y compromiso. Hay una gran diferencia entre leer e interpretar.

¿Alguna vez ha tenido que prescindir de alguien?

Liderar una orquesta es aplicar la inteligencia emocional. La buena gestión de un equipo pasa por potenciar todos y cada uno de los talentos, detectar las debilidades y aprovechar las sinergias. Una vez, en la Orquesta Nacional de Ucrania, en Kiev, había un músico mayor, un fagot maravilloso que había vivido toda su vida en el comunismo y era incapaz de mirarme a los ojos. Tenía miedo a la autoridad. Tocaba maravillosamente, pero para él mismo, tenía miedo a expresarse. Estuvimos hablando en el camerino y sí que hubo comunicación.

Le han dado el Premio a la Excelencia Europea, la han nombrado Embajadora de la Marca España, le han concedido el Premio Gestor de Personas 2014 por su libro, "La batuta invisible" (Random House), ¿qué balance hace de su carrera?

Muy bueno. La vida me ha dado el privilegio de poder disfrutar de la música, que para mí es una obsesión. Doy gracias a la vida porque he obtenido mucho más de lo que yo pensaba: es apasionante dirigir una sinfonía, ver cómo se emociona el público y tener su aplauso sincero. Esa capacidad de llegar y emocionar es un milagro… Esto es más que una profesión, es una relación entre seres humanos y es lo que hace grande a la música.

Y ahora el Premio Woman

Recibirlo me llena de orgullo, porque va más allá del escenario: pone en valor que la música es un grito de compromiso en la que recibes mucho más de lo que das.

¿Le queda algún sueño por cumplir?

Ninguno. Bueno, quizá ser madre: cada vez valoro más la familia y me voy haciendo mayor... Pero a nivel profesional, nunca me he puesto metas. Es verdad que para mí el trabajo es una obsesión y solo disfrutando de cada concierto, de cada público, soy feliz.

¿Con qué instrumento se sale?

Con ninguno (risas). Yo empecé a tocar el piano y la viola porque son fundamentales. A través del piano se discierne cuál es el tema principal de los secundarios, se trabaja con la orquesta y se pone de manifiesto para que el público entienda la obra. Estudié viola porque es imprescindible para trabajar con la familia que más presencia tiene en la orquesta, que es la cuerda.

¿La música puede hacer que este sea un mundo mejor?

Yo siempre me he esforzado en hacer entender –porque es mi responsabilidad como artista– que la música no es solo un puro deleite sino que es nuestra mayor herramienta de compromiso, de solidaridad y de unidad. La música no tiene fronteras religiosas, ni culturales, ni ideológicas, ni de género, ni de estatus social. La música es por y para todo el mundo, la herramienta más fuerte que tenemos para llegar al corazón de la gente y al compromiso. Es una terapia, una limpieza para el alma... De la música nace mucha belleza y si bebemos de ella, probablemente tengamos más capacidad para irradiarla.

¿Qué le falta a España para tener una gran orquesta?

España ya tiene grandes orquestas, pero añoro el apoyo de las instituciones a la música clásica. Desde los colegios, la música debe considerarse una asignatura troncal de desarrollo integral, porque forma a nuestros pequeños en valores, despierta sus habilidades, les ayuda a trabajar en equipo, fomenta la capacidad de esfuerzo... Y les da mucha paz interior.

¿A qué conciertos va Inma Shara?

A pocos que no sean de música clásica (risas). Me hubiera encantado conocer a Leonard Bernstein: era fuego, pasión, músico, pedagogo, compositor, director de orquesta, educador... Lo era todo.

¿Qué música recomendaría?

Cualquier banda sonora de cine o una sinfonía romántica de Tchaikovsky, Mozart o Beethoven.

Compromiso musical: dedica su premio a todos los músicos cuyo talento y esfuerzo sirven a la sociedad.Leonard Bernstein decía: "Para crear vida hay que poseer vida, para transmitir ilusión hay que sentir ilusión y para comprometer hay que sentir el compromiso como propio…" Estas son nuestras mejores melodías...» Así finalizaba el discurso de agradecimiento de la directora y compositora vasca –en boca de su admirado director de orquesta–, que reúne toda su filosofía de vida. "La música –decía Inma Shara– es una de la mayores expresiones de belleza del ser humano. Nos lleva por las sendas más transparentes que la persona posee y la define; el amor por las cosas bien hechas, la necesidad del esfuerzo continuo, la coherencia, la ética y la vital importancia de superación por avanzar constantemente, haciendo así que nuestra ilusión no tenga límites por crear la mejor de las armonías, por y para las personas... La música no solo supone un puro deleite musical para los sentidos, sino un verdadero compromiso de vida para sensibilizar a toda una sociedad en las tonalidades de la justicia y la integridad." Palabras llenas de pasión.

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