Verdad y belleza, por Isabel Coixet

La opinión de Isabel Coixet.
La opinión de Isabel Coixet.

Uno de los libros que más me ha impresionado en estos últimos tiempos es la memoria de Ann Patchett titulada Truth and Beauty (Verdad y belleza). En él, la autora relata sus más de veinte años de amistad con Lucy Grealy, una mujer a la que conoció en el colegio y que había perdido la mayor parte de su mandíbula debido a un cáncer sufrido en la infancia, seguido de años de quimioterapia e incontables operaciones reconstructivas que la dejaron seriamente desfigurada. La relación entre ambas mujeres está llena de altibajos, peleas, vacíos, pero, por encima de todo, de una lealtad y un cariño palpables. Esa amistad también es definitiva en sus respectivos desarrollos como autoras. Lucy Grealy publicó, antes de morir, un libro llamado Autobiografía de una cara, donde relata, con un gran sentido del humor que le quita horror a muchos pasajes de su vida, su calvario de hospital en hospital en su desesperada búsqueda de un cirujano que le diera una cara normal.

Y, sin embargo, es el libro de Ann Patchett el que nos hace vivir de una manera palpable qué se siente al levantarse cada mañana y ver una cara fuera de toda norma, cómo es posible afrontar cada día la experiencia de coger un autobús, o comprar pan, o pasear por la calle, y saber que todas las miradas (o esas dobles y triples miradas del que no da crédito a lo que ve) están puestas en ti. Lucy pasaba mucho tiempo buscando accesorios, peinados y sombreros que la ayudaran a parecer chic, que alejaran las miradas de su cara, para acabar atrayéndolas aún mas. Su búsqueda desesperada de cariño la conducía, inevitablemente, a caer en brazos de hombres que siempre le decían, mientras practicaban sexo con ella, que jamás la amarían, que no merecía ser amada, que era un monstruo, que debía estar agradecida ante las migajas de afecto que se le echaran. Y cuanto más diferenciadas se mostraban para ella ambas cosas, sexo y amor, más confusa se sentía. Esa confusión la llevó a tomar cada vez más drogas, más tranquilizantes, más alcohol; esa confusión la llevó a la muerte.

Lucy batalló toda su vida por existir al margen de su rostro, por ser reconocida por sus escritos, sus ideas y su poesía. Pero, paradójicamente, es su cara, ese amasijo inarmónico de músculos y venas, y la lucha vital que esta la obligó a llevar, la que hará que sea recordada. Mirarse al espejo es quizás el momento más duro del día para hombres, mujeres, jóvenes, viejos, guapas, feos... Nadie, ni siquiera Scarlett Johansson, me consta, está satisfecho con lo que ve. Pensemos tan solo por un momento cómo debe sentirse alguien a quien cada mañana esa superficie brillante y pulida le devuelve una imagen que apenas se parece a nada conocido.

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