El maquillaje de Natasha Poly

Sus claves: ojos metalizados y labios espejo. Todo de la colección Diamantissime de L’Oréal Paris.

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Lo que no sabías...

- Le encantan las compras online «Tengo el armario lleno de ropa adquirida en las webs.»

- «Los karaokes me divierten muchísimo. ¡Son un vicio! Voy a menudo con mis amigos y suelo elegir canciones de cuando era pequeña.»

- «Estoy en las redes: tuiteo, cuelgo las fotos de mis viajes, hablo con mis amigos... »

- «Suelo hacer running para mantenerme en forma. Viajo mucho y es algo que puedo hacer en cualquier parte del mundo.»

Nació en Perm, una ciudad industrial situada muy cerca de Siberia, en el seno de una familia de clase media «tirando a baja, aunque no teníamos problemas para comer», nos cuenta Natasha Poly, un nombre artístico derivado del auténtico: Natalya Sergeyevna Polevshchikova.

Su padre era jefe de policía y su madre, ingeniero reconvertida en ama de casa para cuidar de ella y de sus dos hermanos. Natasha, de 27 años, se casó el año pasado en Saint Tropez con Peter Bakker, un hombre de negocios. Allí celebraron una boda de tres días de fiesta rusa, con la presencia de sus amigas Lara Stone y Sasha Pivovarova. El vestido se lo hizo Riccardo Tisci, diseñador de Givenchy, y ella puso su magnífico porte. Es sofisticada en su día a día: no la verás nunca con jeans ni deportivas; adora los stilettos de Miu Miu y Louboutin y no sale de casa sin maquillaje.

¿Te imaginabas que estabas destinada a ser una top?

Jamás me vi guapa, ni tenía éxito con los chicos. Me veían alta y flaca. Imaginaba mi futuro como agente de viajes. Viajar me encanta y era una buena salida.

¿Cómo llegaste a convertirte en una de las más cotizadas?

De una forma muy clásica: gané un concurso de belleza en mi ciudad y salí en los medios locales. A los 15 años, una agencia de Milán me propuso trabajar tres meses a prueba: me dieron 50 euros, un plano de la ciudad y me dijeron que me buscara la vida. Viví un infierno. Luego me fui a probar suerte a París. Con 18 años hice la portada del ‘Vogue’ francés y mi vida cambió de un día para otro. Pasé a hacer seis desfiles diarios, campañas, castings... Estaba tan feliz que me negué a mostrar cualquier signo de cansancio.

Los rusos sois gente fuerte, dura, esforzada, ¿no?

Sí, es nuestro carácter. Si procedes de familias con poco dinero, sabes que hay que trabajar duro, ser paciente y no quejarte. Las cosas que valen la pena cuestan esfuerzo y yo estoy feliz de haber llegado a ser una top model.

¿Cuál es la clave para permanecer ahí casi una década?

La misma que en cualquier otra industria competitiva: suerte, trabajo, confianza en ti misma y bondad en tus actos diarios, sean profesionales o personales. Lo mejor de esta vida es que puedo compartirla con la gente que me quiere.

¿Te gustaría ser make up artist?

Me encantaría, se me da bien. Mis amigas y mis primas vienen a casa para que las maquille yo. El maquillaje es un arte y el rostro un lienzo sobre el que trabajar. El resultado puede durar para siempre en una foto o ser efímero.

¿Cuál es tu producto fetiche?

El iluminador Luz Magique de L’Oréal Paris: aporta luz al interior del ojo y transforma la mirada.

¿Cómo te maquillas para una noche de fiesta?

Este invierno, me encantan las texturas metalizadas en los ojos, porque hacen una mirada moderna y seductora.

¿Qué representa para ti ser embajadora de L’Oréal Paris ?

Cumplir un sueño, porque de pequeña soñaba con las imágenes de esas mujeres maravillosas. Ahora soy una de ellas y me parece increíble. Estoy orgullosa de mi carrera.

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