#Metoo, el culpable es el que acosa

La actriz Alyssa Milano pidió a las mujeres que han sufrido acoso que lo hicieran público para mostrar la magnitud del problema. La respuesta ha sido multitudinaria. Y, mientras aún hay quien cuestiona a las mujeres por entrar en la habitación de Weinstein, ha evidenciado lo necesario que es concienciar y juzgar solo al culpable: el que acosa.

Alyssa Milano, creadora del movimiento #metoo
Alyssa Milano, creadora del movimiento #metoo / FS2

Un tercio de las mujeres japonesas sufre acoso sexual en el trabajo. También el 52% de las británicas. Las españolas sólo denuncian en el 8% de los casos, pero se calcula que 8 de cada 10 han experimentado acoso psicológico y aproximadamente el 50% algún tipo de acoso sexual. Según el mayor informe de la Agencia de los Derechos Fundamentales de la UE, 102 millones de europeas han sido acosadas sexualmente, pero solo un 34% decide denunciar, el resto calla. No es solo en el trabajo. Desde niñas las mujeres nos vemos enfrentadas al acoso. No son casos aislados y así lo ha puesto de manifiesto un movimiento que ha surgido casi de manera espontánea en las redes sociales auspiciado por la actriz Alyssa Milano quien, ante el escándalo del productor de cine Harvey Weinstein acusado de acoso sexual y aconsejada por una amiga, animó a las mujeres que hubiesen sufrido acoso o abusos sexuales a usar el hashtag #MeToo, #YoTambién en castellano, en las redes sociales para dar a la gente una idea de la magnitud del problema. Su magnitud ha desbordado todas las previsiones. También entre las modelos ha surgido una campaña para animar a denunciar o a compartir sus historias de abusos que inició la modelo Cameron Russell con el hashtag #MyJobShouldNotInclude Abuse.

A la campaña #MeToo se han sumado en Twitter y Facebook famosas como Lady Gaga, Anna Paquin, Debra Messing, Emily Ratajkowski o Laverne Cox. Pero, sobre todo, se han unido mujeres de todo tipo y condición que han puesto en evidencia el acoso al que somos sometidas desde niñas y la falta de castigo social de sus responsables, ya que siempre se tiende a culpabilizar a la niña/mujer con preguntas como ¿qué llevabas puesto? ¿qué hacías por la calle a esas horas? Mientras en revistas especializadas norteamericanas como Variety se han cerrado filas en torno a las denunciantes de Weinstein, en nuestro país se ha llegado a publicar algún reportaje donde se cuestiona que las actrices se reunieran con el productor en su habitación de hotel o que hicieran más películas con él. Una vez más, se juzga a la mujer en lugar de al único culpable: el acosador.

El acoso limita tu libertad. Todo este acoso tiene consecuencias, claro que sí. Por ejemplo, que nunca estás tranquila del todo y menos aún si estás sola. Sabes que puedes ser un objetivo de cualquiera y también sabes que te tienes que proteger. Por eso, según el informe de la Agencia de los Derechos Fundamentales de la UE la mitad de las mujeres evitan 'situaciones de riesgo' como viajar en transporte público, salir solas de casa o caminar por lugares poco concurridos, lo que constituye una grave limitación a la libertad de movimiento. Nosotras caminamos menos. O al menos, lo solemos hacer a otras horas. Porque nosotras tenemos más miedo.

Cuando ligar es acosar. En Twitter las mujeres revelaban que los piropos, incluso los que son con buena intención, pueden llegar a dar mucho miedo. Mónica es ilustradora y cuenta en sus redes una anécdota que le pasó. Un tipo empezó a acosarla a la salida de su trabajo. Seguramente quería ligar con ella, pero no se le ocurrió mejor cosa que esperarla en el descampado por el que tenia que pasar para pedirle -reclamarle, ¿exigirle?- que le diera su número de teléfono. Ella le dio uno falso con el objetivo de librarse de él. Su mayor miedo era que la metiera en un coche. El miedo siempre es a la agresión, pero ojo, la agresión ya comienza cuando empiezas a sentir ese miedo. Hace unos meses hubo un caso curioso. Un chico había puesto carteles porque quería conocer a la ‘chica de sus sueños’, a la que había visto en un autobús y de la que se había ‘enamorado’… Al parecer ambos compartieron miradas ‘apasionadas’. A final apareció la chica en cuestión, pero lo que para él había sido una mini historia de amor o de atracción, para ella había sido un caso de acoso que la había hecho sentir incómoda y le había asustado, pensó que el chico era un psicópata que no dejaba de mirarla fijamente pese a su (o eso creía ella) patente incomodidad.

Nunca estás a salvo. Todas las historias ponen en evidencia que la mujer nunca está tranquila del todo. Ya sea cuando regresas a casa por las noches, como si vas en un vagón de metro lleno de gente. Siempre hay peligros. También en tu lugar de trabajo. A los acosos de superiores o de compañeros, se suman los de los clientes. Laura trabaja de esteticista y cuenta que en el centro de belleza donde trabaja no cogen a hombres por las tardes. “Lo normal es que después de las seis solo se queda una de nosotras y nos da miedo estar con un hombre, por si acaso. Un día estaba yo y vino uno a hacerse la cera en las piernas. Me decía que metiera más, que la pusiera más cerca de sus genitales. Yo me sentía muy incómoda porque notaba que él se restregaba cuando yo me acercaba. No sabía qué decirle y encima estaba sola. Hasta que cogió mi mano para ponerla sobre sus genitales. Le dije que habíamos acabado, que se vistiera y se fuera. Mientras yo salí corriendo. Me encerré en una sala desde la que llamé por teléfono a mi jefa. Ella me dijo que no me preocupara, que iba a por mi con su marido. Cuando llegaron él se había ido y yo estaba con un ataque de nervios. Mi jefa decidió que no cogíamos más a hombres por las tardes. Además, ahora se específica que no se hace depilación brasileña masculina. Aquella tarde, afortunadamente no llegó a ocurrir nada irreversible, pero pasé muchísimo miedo…”

Muchos se creen con derechos. Quizá ocurre porque no se cuestiona a ellos como a ellas, se considera algo normal. Ya cuando los niños acosan a las niñas hay padres y madres que lo consideran incluso algo gracioso. Es normal, es el despertar adolescente, dicen… Pero no es cierto. Son jóvenes, no animales. Se trata de educar y en ese camino quizá haya que renunciar a algunas cosas. Así, muchas tuiteras han hecho público un lema: ‘No quiero tu piropo, quiero tu respeto’. En Francia han dado incluso un paso más y estudian si el piropo debe de ser considerado un delito. Si el precio a pagar por sentirte más libre y tranquila por la calle es no escuchar algún grito de ‘guapa’ (si es el piropeador es fino) o similares, tampoco parece gran cosa y la recompensa merece la pena.

¿Y los hombres? Una tuitera llamada Eider se preguntaba qué pasaría su si los hombres se sumasen a la campaña #MeToo “Sería un avance reconocer un #YoTambien he practicado agresiones machistas”, tuiteaba. Lo cierto es que muchos se han sumado y han pedido incluso perdón si alguna vez han molestado o han hecho que alguna mujer se sintiera acosada. Es un paso. Otros, sin embargo, seguían en la linea machista de cuestionar a las mujeres, culpabilizarlas o banalizar el tema restándole importancia; esos aún viven en las cavernas.

No estamos solas. El #MeToo ha dado voz a muchísimos casos de abuso entre nuestras amigas o han ayudado a que tu misma hicieras público tu caso. Hablamos porque nos sentimos seguras al hacerlo todas a la vez. Como explica María, “al compartirlo todas en redes, muchas mujeres nos hemos dado cuenta de que la gran mayoría de nosotras ha sufrido algún tipo de acoso/abuso/agresión machista. Saber que el 99% de tus amigas o conocidas se ha tenido que enfrentar a un episodio desagradable de este tipo alguna vez ha hecho que nos miremos con otros ojos, con más complicidad. Y, entre mujeres, nunca viene mal un poco de más complicidad”.

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