Gestionar el estrés

¿Los problemas te abruman? Di basta, párate a pensar y toma las riendas de la situación.

Gestionar el estrés
Gestionar el estrés

Un cierto nivel de estrés se considera positivo, porque genera energía, vitalidad y creatividad. Nos mantiene alerta, pero a veces nos engaña y nos hace pensar que podemos –y debemos– llegar a todo. «A mí no me importaba padecerlo, porque haces más cosas, resuelves los problemas y estás pendiente de todo», confiesa John Curtin, un ex empresario reconvertido en maestro de reiki (terapia energética de origen japonés) y experto en técnicas de relajación y meditación. Con el tiempo, John descubrió que vivir en un continuo agobio es peligroso, porque sobrecarga el cuerpo y la mente. Las mujeres, además, somos bastante más propensas a sufrirlo. A veces, mirar la agenda da pavor. ¿Dónde están las citas divertidas con las amigas? ¿Otra vez bocadillo para comer? Y los atascos, las reuniones... A lo largo del día, nuestro cuerpo se tiene que adaptar a continuos cambios: variaciones de temperatura, reacciones químicas provocadas por la comida o el alcohol, tareas cotidianas (cuidar de los hijos o dar la talla en el trabajo, por ejemplo) o las relaciones con los demás, que son un continuo intercambio de estímulos. Además, hay épocas o momentos vitales en los que el estrés se U multiplica: mudanzas, boda, divorcio, nacimiento de un hijo o cambio de trabajo, entre otros. Mira a tu estrés de frente, reconócelo y aprende a sacarle partido.

Canalizar la energía

Cuantas más exigencias debe afrontar el organismo, más energía genera. Pero cuando esta es excesiva, hay que eliminarla para que no se enquiste. «El estrés es energía acumulada que no fluye. Lo ideal es liberarla lo antes posible», recomienda Curtin. ¿Algunas ideas? Ir al gimnasio tras un día de tensión en la oficina, hablar con la pareja en vez de callar y aguantar, apuntarse a clases de pintura, salir a tomar una cerveza con unas amigas…

Si no descargamos, aparecen los síntomas en forma de emociones negativas o enfermedades psicosomáticas. «Los más comunes son irritabilidad, insomnio, falta de concentración o pérdida de memoria», enumera Victoria Cadarso, psicóloga del Instituto de Terapias Integrales y Enseñanzas Energéticas (Itiee). «Y más preocupantes aún: ansiedad, ataques de pánico, fobias, inapetencia sexual…» La situación se vuelve crítica cuando desemboca en estrés crónico, que conduce al agotamiento y a la depresión. No llegues al límite.

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