30:30:30 La cifra de la ducha perfecta

Tenemos el tiempo exacto que tienes que pasar a remojo. 

La ducha perfecta

La ducha perfecta

Sabemos que no eres capaz de ducharte con agua fría cada mañana, a pesar de sus más que demostrados beneficios. Te entendemos, nosotros tampoco. Pero esto que te vamos a contar es otra cosa. Se trata de una fórmula para conseguir la ducha perfecta que, afortunadamente no es fría en su totalidad.

Los expertos de Career Girl Daily han descubierto una rutina de 90 segundos que te llenará de energía y te proporcionará numerosos beneficios para la salud. Dicen que es la que usa Victoria Beckham, pero eso no lo podemos asegurar.

La rutina consiste en, una vez que te hayas lavado todo el cuerpo, aclararte con agua fría durante 30 segundos; después, cambiar a agua caliente durante otros 30 segundos, para luego acabar con agua helada, otros 30 para completar el minuto y medio.

Alexis Ren en la ducha
Alexis Ren en la ducha / @alexisren

La rutina 30:30:30 funciona porque con el agua caliente conseguiremos dilatar los vasos sanguíneos y relajar los músculos, liberando la tensión acumulada y aliviando los dolores reumáticos. Además, el vapor favorece las patologías respiratorias. Por otro lado, el agua fría contrae los vasos sanguíneos y estimula la circulación, es eficaz para eliminar el cansancio físico y psíquico y la retención de líquidos. Con la vuelta al frío se activará la función metabólica, eliminando toxinas y la grasa acumulada, al tiempo que se estimula la producción de glóbulos blancos, que protege contra los resfriados.

Si estos beneficios se ponen en contraste (agua fría vs agua caliente) las ventajas se potencian y la sensación de bienestar aumenta, se mejora el retorno venosa y la circulación periférica y se disminuye la inflamación. Una ducha perfecta debe empezar con chorros de agua fría para activar la circulación, luego agua caliente para relajar los músculos, y finalmente volver al agua fría para conseguir una recarga extra de energía.

Los beneficios del contraste frío-calor están estudiados desde la antigüedad clásica y son múltiples. Desde el fortalecimiento del sistema inmunológico hasta una mejora sensible del sistema linfático, encargado de combatir las infecciones.

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