Taburete: "Nos perjudica que nos conozcan como el hijo de Bárcenas o el nieto de Díaz Ferrán"

Para unos son el grupo indie de moda, para otros, una banda de niños de papá. Superan a Vetusta Morla en descargas en Spotify y llenaron el WiZink Center de Madrid. Reivindican que dejen de conocerlos como el grupo del hijo de Bárcenas.

Antón Carreño y Guillermo Bárcenas, Taburete

Guillermo Bárcenas (29 años, con sudadera militar) y Antón Carreño (23, con cazadora) lideran Taburete, el grupo de moda entre los jóvenes con su pop fácil, letras que hablan de tardes de copas y amor y conciertos que son una fiesta.

/ Alex Sedano

Están en plena resaca de su último éxito. Quedamos con ellos dos días después de que metieran a 17.000 personas en el WiZink Center de Madrid –antiguo Palacio de los Deportes–, una hazaña al alcance hoy de pocos artistas y grupos españoles. Como dirían sus jóvenes fans, «Taburete lo está petando.» Con dos discos, “Tres Tequilas” (2015) y “Dr. Charas” (2016) y apenas dos años después de su creación: «Hemos pegado muy fuerte, estamos creciendo mucho, se nota en Spotify que subimos 5.000, 6.000 oyentes al día, ya tenemos más que Vetusta Morla, Izal, estamos a punto de superar a Love of Lesbian... ¡Y lo hemos hecho solos!», nos dice Guillermo Bárcenas, líder del grupo. Un tipo de 29 años, sonriente y espontáneo, sin pinta ni pose de pijo, que se ha propuesto no volver a hablar de su padre en las entrevistas pero que no se queda mudo cuando la conversación llega a esos derroteros. Estudió en los jesuitas de Madrid, se licenció en Administración de Empresas con buena nota, se fue a estudiar cine a Nueva York, que era lo que le gustaba, pero empezó a componer canciones y a tocar la guitarra; conoció a Jokim, empezaron a actuar en pequeñas salas, este le presentó a Antón Carreño –nieto de Gerardo Díaz Ferrán–... «y empezamos a dar conciertos, poco a poco.

Así nació Taburete. Pedimos un préstamo de 3.000 €, grabamos un disco, lo subimos a internet y se hizo viral. Eso cambió todo. Empezamos a crecer, llenar salas, hacer dinero, contratamos comunicación...» Unos comienzos como los de tantos otros grupos si no fuera porque, ironías de la vida, el padre y el abuelo de los protagonistas compartían cárcel en Soto del Real por aquel entonces: «Nosotros empezamos desde cero, como los demás. Cuando la gente dice: “Esas guitarras las hemos pagado nosotros”... ¡Qué tontería! Eso sí, al principio tuvimos un altavoz en la prensa por nuestros apellidos», reconoce Guillermo. Primer titular: «El hijo de Bárcenas tiene un grupo.» «Aunque dijeran que mi padre me daba la paga en sobre y cosas de esas, que eran mentira, valía para que la gente, aunque fuera por morbo nos escuchara, porque yo estaba convencido de que les iba a gustar.»

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Antón se incorpora a la conversación: «Pero ahora nos perjudica que nos conozcan así. Para los patrocinios, porque las firmas se asustan, también habíamos hecho una canción para una película y a última hora nos han dicho que no, que después del boicot a la de Trueba, a ver si pasa lo mismo... ¡Un asco!» «¿Sabes lo malo de esto? –interviene de nuevo Guillermo– que avanzamos y avanzamos y la prensa nos sigue recordando como el hijo de y el grupo de los pijos, de los fachas... El otro día me hicieron un montaje con una bandera del águila detrás, pero ¡qué dicen! No pienso así para nada. Ni hablamos de política en nuestras canciones. Yo tengo amigos de todas las ideologías.» ¿Una novia de Podemos? «Sí, sí, tuve una novia de Podemos. Y sus amigos eran gente maja, normal, como yo. Conozco gente de todo tipo. Los que tienen prejuicios son los que dicen estas cosas, no nosotros», zanja Guillermo.

Desde el llenazo en el Palacio, están especialmente sensibilizados con el trato que reciben de la prensa: «No es normal que metamos 17.000 personas en un concierto y los medios solo hablen de si el público era pijo, que encima es mentira, o de cómo llevaban algunos colgado el jersey. Que yo no sé por qué se lo ponen así, cruzado, pero ¡que lo lleven como les dé la gana! Luego, hay que respetar al que va hecho un cerdo.» Y no hay nada como sentirse atacado para reaccionar: al día siguiente sus seguidores salieron en tromba a defenderlos en las redes sociales, convirtiendo a Taburete en trending topic. Si algo tienen es un público absolutamente fiel. «Como un movimiento», los define Antón. «Esa gente tan entregada es lo que hace que los conciertos sean conciertazos. Sale Antón y la gente ruge, salgo yo e igual... Así es fácil. Además de que hayamos mejorado mucho tocando y en nuestro directo, ¡damos mucha fiesta! Una parte importante de la gente que va a nuestros conciertos no va a ver a muchos grupos en directo. Somos algo muy fresco para ellos, van a pasárselo bien, se saben los temas, cantan las canciones...»

Herederos para muchos de Hombres G y El Canto del Loco, hacen un pop fácil, con letras que hablan de fiesta, copas, amor y sentimientos, capaces de conectar con una gran parte de su generación –«también gustamos a gente mayor», replican–. Guillermo compone las canciones en casa –«todavía vivo con mis padres, pero estoy buscando piso, que ya toca»–, por la noche, solo: «Gracias a mis amigos y a componer canciones, ni en los momentos más duros consiguieron borrarme la sonrisa de la cara», explica Guillermo, para el que la música fue una válvula de escape cuando su padre ingresó en prisión. ¿Y de dónde salió el nombre del grupo? (risas a la par) «Habíamos tomado copas... y se decidió así.» «Estábamos entre Taburete y Voltereta, que ahora es como se llama el sello musical que hemos creado», tercia Antón. Están colgando el “No hay entradas” en todos los conciertos de la gira con la que recorren España, a razón de tres actuaciones por semana.

¿Teméis el futuro? «No, esto empieza a crecer mucho y a la vuelta del verano tenemos un fin de gira increíble, superando lo que hemos hecho.» ¿Os dedicaríais a la política si esto se acabara? «Imposible. Cualquier cosa antes. Tengo la suerte de que me gustan muchas cosas: a lo mejor me pondría a cocinar. No se me da mal», dice Guillermo. ¿Irías a “Masterchef”? «Ya me presenté, pero no me cogieron.» «Pero estamos seguros de que vamos a hacer algo grande y nos juzgarán por nosotros mismos», termina Antón.

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