La infancia de los diseñadores
La infancia de Giorgio Armani
Recuerdo los domingos por la tarde en el cine, que eran mi regalo de cada semana. Todos los niños tienen sueños. Y los míos estaban con frecuencia inspirados en las películas que veía. Quería vivir las mismas aventuras que los héroes de la gran pantalla. Años más tarde trabajé para esa máquina de sueños que es el cine. Sin embargo, de niño me veía como médico. Creaba figuras y dentro de ellas escondía granos de café, que representaban una enfermedad que yo tenía que curar. Ya de estudiante me di cuenta de que ese no era mi camino. Habría tardado demasiado tiempo en devolver los años de estudios a mis padres. Dejé la facultad de Medicina y empecé a trabajar para La Rinascente [los almacenes de ropa y complementos más importantes de Milán]. Allí empezó todo.
Karl Lagerfeld
Desde muy joven quise ser adulto cuanto antes. La condición de niño me parecía humillante. Y también desde muy pronto sentí interés por la ropa. Parece ser que me negaba a usar las mismas prendas después de la siesta. Me llevaba muy bien con mis padres. Mi padre era adorable, pero estaba totalmente centrado en sus negocios. Me parecía mucho menos divertido que mi madre, que era graciosa, a veces irónica y mala, pero de un encanto irresistible. No tenía mucha paciencia, y no quería cargar con los problemas de sus hijos, es decir, los míos y de mis hermanastras. Las chicas eran más complicadas y acabaron ingresando en internados. Yo eso lo evité. Era el rey de la casa, sobre todo cuando mis padres no estaban. Me aburría un poco en el campo, pero en esa época, después de la guerra, era la mejor solución para un niño. Era libre. Mis padres no estaban a menudo allí, y yo solo quería hacer dos cosas: dibujar y leer. Y aprender francés. Tuve una profesora de francés incluso antes de ir al colegio. Era una dama refugiada de Berlín. Era viuda, y antes de la guerra de 1914-1918 había sido profesora de alemán en Francia. Con seis años yo ya hablaba inglés, francés y alemán. Y a los cinco años ya sabía leer y escribir. ¿Mi futuro? Yo quería ser ilustrador y retratista. Es extraño para un niño de 7-8 años, pero sin saber cómo, yo estaba convencido de que iba a ser conocido, por no decir famoso.
La infancia de Karl Lagerfeld
Nací con un lápiz en la mano, pero no sabía que la moda era una profesión. Y criticaba a todo el mundo… Excepto a mi madre. Las únicas cosas a las que temía eran la enfermedad y que le pudiera pasar algo a mi madre. Por otra parte, yo me sentía querido y sobreprotegido. Me mimaban. Interpretaba con mucha hipocresía el papel de niño perfecto. Tenía facilidad para el colegio, ningún problema en absoluto... Supe de verdad que la moda iba a convertirse en mi profesión cuando gané aquel famoso concurso en 1954 por el diseño de un abrigo. El modelo lo hice para Balmain, quien me preguntó si quería trabajar en su estudio. Mis padres me lo permitieron pero con una condición: si no iba bien, tendría que volver al colegio. Yo no tenía ninguna intención de hacerlo. Llevaba dos años de adelanto, pero al final no acabé el bachillerato. Sin embargo, eso no me impidió tener éxito. En aquella época, la moda no tenía nada que ver con lo que es hoy en día. Hacía lo que quería en condiciones que aún estaban por crear en parte: inventar y agrandar esta profesión, entre otras cosas. Sin embargo, de mi infancia he conservado cierta inocencia. Eso me hace reír, en vista de mi determinación casi quirúrgica por hacer las cosas. Mi madre me decía: «Te sobreexplotas, pero si estás contento así…» Murió en 1978 y no pudo ver la continuación: todos los cambios inesperados en el mundo y la moda.
Elie Saab
En esta foto debía de tener tres años. Pero entonces ya pensaba como un niño de ocho. A pesar del difícil contexto de la guerra, tengo buenos recuerdos de mi infancia. Crecí en Damour [Líbano], una ciudad de la costa que fue destruida en 1976. Cuando bombardearon nuestra casa nos fuimos a Beirut en un coche con diez personas más. Allí pasé el resto de mi infancia. Era un niño muy maduro. Mis padres me dieron responsabilidades desde muy joven. Me entendía muy bien con ellos. Mi padre era vendedor de madera y mi madre, ama de casa. Seguro que habrían preferido que fuese abogado, médico o incluso ingeniero, pero desde muy joven supe que diseñar vestidos era para mí más que una simple diversión: era mi pasión, y quería que se convirtiera en mi carrera profesional. En casa éramos cinco niños: tres chicos, Michel, Dany y yo mismo, y dos chicas, Mona y Hanane. Todos nos llevábamos muy bien.
La infancia de Elie Saab
¿Mi pasatiempo favorito? Diseñar vestidos para mis hermanas. Después cortaba los patrones en las telas que encontraba en el armario de ropa de casa. Cada día, de camino a la escuela y de vuelta pasaba por delante de un taller de costureras. Siempre me paraba allí para mirar las creaciones por la ventana; bordaban los vestidos con hilos dorados y trencillas plateadas. ¡Me inspiraba tanto! Desde que nací, mi sueño ha sido dotar de belleza a las mujeres. Empecé vistiendo a mis hermanas, y después a las vecinas y a las mujeres del barrio que habían oído hablar de mis creaciones. Con el boca a oreja, mi reputación creció hasta que llegué a abrir mi taller de costura a la edad de 18 años. El deseo de vestir a las mujeres y conferirles elegancia era una inspiración constante, y lo sigue siendo en la actualidad. [Lectura recomendada: “Elie Saab”, Éditions Assouline].
Jean Paul Gaultier
Era un hijo único solitario, algo soñador. Los únicos niños de la familia éramos mi prima Évelyne y yo. Me sentía muy cercano a ella, y de hecho trabaja conmigo en la actualidad. No me gustaba el colegio. A menudo me hacía pasar por enfermo para quedarme en casa de mi abuela enfermera. En su casa podía ver la tele y me mimaban. Cuando ella recibía a sus clientes, a quienes prodigaba múltiples consejos, como que cambiaran de peinado o que prepararan alguna receta buena, yo los miraba y los dibujaba. Sobre todo, tengo buenos recuerdos de mis vacaciones en Dax con ella: las vaquitas, los arenales, el sol, los helados… Mis padres eran muy sencillos, pero de espíritu muy abierto. Muy pronto me enseñaron a no juzgar a la gente en función de su color o su religión. Se amaban profundamente.
La infancia de Jean Paul Gaultier
Por la mañana, mi padre se levantaba primero y yo ocupaba en seguida su sitio junto a mamá. Entonces nos traía el desayuno a la cama. La vida de escolar no me gustaba: me sentía rechazado por los demás. Un día, en clase, después de haber visto en la tele un estreno del Folies-Bergère, dibujé bailarinas con plumas y mallas de rejilla. Para castigarme, mi profesora me pegó el dibujo en la espalda y me hizo dar una vuelta por todas las clases. El castigo tuvo el efecto contrario: todos mis compañeros vinieron a pedirme dibujos. Me di cuenta de que podían quererme por mi trabajo. Otro detonante: la película “Falbalas”, de Jacques Becker, que incluía un desfile de moda. La primera vez que la vi, entendí de inmediato que eso era lo que yo quería hacer en la vida. Hoy en día lloro cada vez que la veo. De mi infancia he conservado una parte de inocencia y, sobre todo, la capacidad de sorprenderme. Pero tras haber alcanzado mi sueño, ya no me concedo el derecho de mentir.
Paul Smith
Me cuesta acordarme del periodo anterior a mis 11 años. Sin duda, porque en mi mente mi vida empezó realmente ese año, concretamente el día en el que recibí mi primera bicicleta de carreras. Hasta los 18 años, mi sueño era convertirme en ciclista. Solo tengo buenos recuerdos de mis años de infancia en Nottingham. Crecí entre una madre ama de casa tranquila, amable y cariñosa que tenía los pies en el suelo, como en la actualidad, y un padre muy alegre (como se puede ver en esta foto), con un gran sentido del humor, que yo he heredado. Ejercía una profesión que ya no existe. Era pañero, y vendía a domicilio ropa y productos para la casa. También le encantaba el bricolaje, y a menudo yo le ayudaba con los pequeños apaños de nuestra casa: la fontanería, la electricidad, las reparaciones del coche…
La infancia de Paul Smith
Sin duda, gracias a eso desarrollé mi habilidad con las manos. Era un niño muy juguetón a quien la escuela no le atraía mucho, en realidad. De hecho, la dejé con 15 años. Además, a los 18 años, un grave accidente (un coche chocó contra mi bicicleta) me mantuvo encerrado en un hospital varios meses. Fue el fin de mi soñada carrera como ciclista. Pero en ese momento descubrí por azar el mundo de la creación. Durante mi convalecencia iba a menudo a un pub en el que se reunían todos los artistas jóvenes del barrio y los estudiantes del Royal College of Art de Londres. Allí también hice mi descubrimiento más bello: mi mujer, Pauline, que daba clases de estilismo en esa escuela. A mi salida del hospital, cambié la bicicleta por la moda.