Irina la salvaje

Tiene 24 años, habla siete idiomas, es amiga de Kate Moss y Pete Doherty, musa de Karl Lagerfeld y Nicolas Ghesquière (Balenciaga) y, aunque no es rubia ni alta, es la modelo más codiciada del momento.

Irina Lazareanu
Irina Lazareanu

Es la quinta top model mejor pagada del mundo, musa del diseñador de Chanel e icono de la escena rock británica y, aunque ha tocado con el polémico Pete Doherty (novio de Kate Moss) en el grupo Babyshambles, no nació en Londres, como su amiga Kate. Irina Lazareanu nació en Rumania en 1982, cuando todavía gobernaba el dictador Ceaucescu. Perseguida por el régimen, su familia tuvo que escapar del país cuando ella tenía cinco años. «De aquella época solo recuerdo un ambiente gris y el miedo constante.»

Creció en Quebec, en Canadá, donde aprendió una lengua nueva y una recién estrenada sensación de libertad. «Era más adulta que otras niñas de mi edad», y la primera de la clase. «Mi padre me inculcó la lectura de autores como Dante, Dickens, Chéjov o Hemingway.» Sentía pasión por la música y la danza. Por la poesía rítmica de Dylan y Leonard Cohen. Por Joan Baez. Por la lectura de Virginia Wolf, Proust y Wilde. Pasión por la vida.

«A los doce años, conseguí una beca para entrar en la Royal Ballet School de Londres. Dos años después, en una fiesta, conocí a un chico que se parecía mucho a mí. Leía, escribía, componía música y sabía mucho de mitología griega y otras mil cosas.» Ese muchacho era Pete Doherty, entonces líder del grupo The Libertines, y pronto se convirtió en su mejor amigo.

Irina, que tocaba el piano y la guitarra, no tardó en hacer sus pinitos como batería de Babyshambles, la nueva banda de Doherty. «Pete fue un modelo para mí. Era un genio escribiendo. Él me enseñó a convertir mis poemas en melodías y me presentó a Kate Moss. Éramos como hermanos.»

Por aquel entonces, Irina multiplicaba sus trabajos: empleada en una librería durante el día, en un bar por la noche, en una orquesta de vez en cuando… Amante de los años sesenta, la generación beat, las películas de Kubrik y la Factory de Warhol, sus años en Londres dieron forma a su look andrógino y su imagen de Chelsea girl. Una estética personal, atípica y rebelde que Irina ha conseguido imponer sobre la pasarela, un universo acostumbrado solo a cabellos rubios y transparencias delicadas. 58 WOMAN Entró en el olimpo de la moda de la mano de Kate Moss. Fue ella quien le presentó a Lagerfeld. Él quedó prendado de aquella muchacha de ojos intensos y la invitó a ir a París. Fotos, pruebas de vestuario… A una costurera que se atrevió a decir que era «demasiado baja», Karl le respondió: «Pues, corte el traje». Irina recuerda sonriendo cómo temblaba aquella mujer al cortar con la tijera los bordados que rozaban el suelo. ¡El modelo costaba varias decenas de miles de euros!

Y de allí a Nueva York. No tardó en aparecer en las portadas de las mejores revistas norteamericanas. Y en seguida, la pasarela. «Mi primer desfile fue horrible. Salí sin tacones junto a modelos altas y rubias. Me sentía ridícula. Cuando terminó la sesión, me encerré en una cabina y llamé a Kate desesperada. Me contestó que ella tampoco era alta y que Linda Evangelista había querido ahogarla cuando desfilaron juntas… Aquello me tranquilizó un poco.» Cuando tras una jornada de desfiles Irina recibió su primera paga, se escondió para llorar: «En un día, había ganado más de lo que ganaban mis padres trabajando todo el año. Me pareció sumamente injusto.»

El dinero no la ha cambiado. Le siguen gustando las mismas cosas: patinar con su ahijada en Central Park o comprar una botella de buen vino, ir a casa de uno de sus amigos y pasar la noche charlando. ¿La diferencia? Ahora tiene una casa en Canadá y un piso en París, donde pasa la mayor parte del tiempo con amigos como Karl Lagerfeld o Alexander McQueen, que ha encontrado en ella una musa poco convencional, una especie de Juliette Greco de los nuevos tiempos, mucho más alegre y sonriente. «Me siento una auténtica privilegiada porque he hecho grandes amigos en un mundo con el que, en realidad, no tengo nada que ver ni física ni mentalmente. Soy mujer y me gusta salir de compras de vez en cuando, pero vivo esta profesión con una cierta distancia. Mi familia me ayuda a tener los pies en el suelo.»

Hoy, convertida en la top más codiciada del momento, la música sigue siendo su gran pasión. Aunque se ha distanciado mucho de compañeros como Doherty a causa de las adicciones: «La droga ha destruido a muchos de ellos. Se han convertido en todo lo contrario de lo que decían amar.» Ahora está ultimando con Sean Lennon los detalles de su primer álbum, que saldrá en otoño. «Un disco que hemos grabado como si fuera un libro, por capítulos. Habla de gente, de lugares, de la espera, del riesgo y de la necesidad de afrontarlo.» En el estudio, «Yoko Ono nos escuchaba en silencio. En aquel mismo estudio había grabado John Lennon. Para nosotros eso tuvo un simbolismo muy especial.» ¿Y después? No sabe. Le gustaría tener hijos… cuando se enamore; solo cuando se enamore: «Para ser aún más feliz.» ¿Y el cine? No le tienta… de momento.

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