Julieta Venegas

Con su receta todo sabe más rico. Dice que las letras de sus canciones son su terapia. Pues funcionan: su alegría se contagia.

Julieta Venegas
Julieta Venegas

Es un torbellino de risas, dulzura y vitalidad. Julieta desembarca con su tercer disco bajo el brazo, “Limón y sal” (Sony BMG): «Pruébenlo. Todo sabe mucho más rico con limón y sal», nos anima la mexicana.

En alguna ocasión has dicho: «La música que hago es como tratar de contar quién soy.» ¿Cómo es Julieta Venegas?

Reflexiva, por eso mis canciones hablan sobre el amor, el desamor, lo que me pasa o lo que pienso. También tengo sentido del humor: no es que sea cómica, sino que me río de las cosas, las disfruto y, si son tristes, les quito importancia. Las letras me sirven de terapia, para reírme de lo bueno y lo malo.

¿Cómo asimilaste el más de un millón de discos vendidos con “Sí”, tu anterior disco?

Fue un éxito repentino, pero era mi tercer trabajo y ya estaba segura de lo que quería como compositora y cantante. Así que simplemente lo digerí diciendo: «¡Uauh!, el viento a mi favor, qué divertido.» Además, me abrió las puertas de un sueño: hacer giras. Es algo que aprecio tanto que no me paro a pensar, me limito a vivirlo.

El hecho de que “Sí” fuera superventas, ¿no ha añadido presión en tu nuevo trabajo?

No, me ha servido para tenerlo más claro. Aprendes cuando haces un álbum, no con el éxito que viene después. Tenía ganas de que acabara la gira para continuar desarrollando esa forma tan nueva de escribir canciones que descubrí trabajando con Coti. Desde el principio, tuvimos una química increíble que se refleja en ocho temas.

¿Qué caracteriza a “Limón y sal”?

Es más latino que rock, más suave. Yo me identifico con ese toque liberador que tiene el rock pero, como dice Kevin Johansen, me siento más desgenerada: no quiero que me encasillen dentro de ningún género.

¿Por qué esa estética Frida Khalo?

¿Sabes que me encanta que me lo digas? Porque no está pensado así, pero si a alguien le quisiera hacer un homenaje en cuanto a estética, sería a ella. Es genial.

¿Qué es lo que más te gusta, componer o ir de gira y disfrutar con el público?

Pues, ¡híjole!, me gusta todo. Cada cosa tiene su momento; todos los aspectos me encantan, incluso la producción: arreglar mis canciones, elegir la textura...

Siempre estás escuchando a artistas nuevos y no rechazas una colaboración… No sé si estaría haciendo música si no me gustara tanto escucharla. Hay artistas que dicen que no quieren tener influencias. ¡A mí me encanta que me influyan, si no, no tendría chiste! Y luego, cuando conozco a los autores, me emociono y les digo: «Me encantó tu trabajo», y algunos alucinan.

Aseguras que los premios nunca te han animado a componer, ¿qué te inspira?

La vida, la literatura –me encanta leer–, la música que escucho. Escribir canciones es lo más liberador que hay, un privilegio. El amor es uno de los temas presentes en tus canciones.

¿Cómo está tu corazón?

Muy tranquilo, y es raro, ¿sabes? He escrito mucho al amor, pero trabajando y viajando todo el día es complicado construir una relación estable. Siempre he tenido que escoger entre la música o la pareja y, por ahora, siempre ha ganado la música. Ella ha sido mi relación más duradera (risas).

Afirmas que la felicidad no existe… Pero, ¿por qué piensas así, siendo una persona tan alegre y vital?

La felicidad está en los pequeños instantes y en apreciar lo que uno tiene. Cuento con una pequeña dosis de escepticismo, pero disfruto mucho de la vida y me estoy riendo todo el día… Es algo que me pegó mi mamá. Mis hermanas y yo tenemos eso.

¿En España te sientes como en casa?

Sí, algo tiene Madrid que engancha. Cruzar el charco me libera de malos rollos. La gente de acá me hace olvidarme de los problemas. Cuando vengo, duermo poco, la verdad; paso mucho más tiempo en la calle.

¿Utilizas el acordeón para esconderte?

No, me da fuerza, gano más personalidad cuando lo tengo, porque me sale el lado norteño, sincera, directa y echá p’ alante.

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